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Es doctor, adscrito a la Coordinación de Humanidades, UNAM, como Investigador Asociado C de tiempo completo PRIDE "B". SNI: Nivel 1. Sus líneas de investigación: Literatura de viajes. Patrimonio documental y archivo. Gestión local y acceso a la información.
Quirarte, Vicente
Es poeta y escritor, obtuvo el doctorado en letras mexicanas por la UNAM en 1998. Sus libros abarcan la poesía, la narrativa, el teatro, la crítica literaria y el ensayo histórico. Sus poemas publicados entre 1979 y 1999 aparecen bajo el título Razones del samurái (2000). Su labor ensayística y de investigación ha transitado por diferentes direcciones.
Curiel, Fernando (coordinadores)
Es licenciado en derecho, maestro en letras y doctor en historia de México por la UNAM, donde también es investigador. Se ha especializado en literatura mexicana de los siglos XIX y XX, edición crítica, historia intelectual, historia generacional y filología urbana. Como profesor de posgrado ha dirigido decenas de tesis de maestría y doctorado. El conjunto de su obra ha sido reconocido con importantes premios: Xavier Villaurrutia, José Revueltas, Nacional de Biografía, José C. Valadés, entre otros. En 2014 obtuvo el Premio Universidad Nacional, en el Campo de Creación Artística y Difusión de la Cultura.
[toc] => Alejandro González Acosta y Daniar Chávez 9
Fray Servando Teresa de Mier. Viajero impenitente entre España y Francia. Siglos XVIII y XIX: excentricidades, amigos y conocidos.
Margarita Peña 39
Tomás de Comyn. Apuntes sobre el nacimiento de un país, 1811-1814
Guadalupe Curiel Defossé y Miguel García Audelo 53
La Habana de 1830 en dos viajeras: la cubano francesa condesa de Merlín y la hispano-escocesa marquesa de Calderón
Alejandro González Acosta 73
Hacia una especialización de la historia: una crónica de viaje de Hilarión Frías y Soto
Ana Laura Zavala Díaz 97
Raros viajeros de papel o algunas noticias de lectura curiosa
Pablo Mora 115
Apuntes mexicanos: visiones nacionales sobre la modernidad
Daniar Chávez 129
Viajeros latinoamericanos a Oriente en el siglo XIX: los casos del argentino Lucio V. Mansilla y del mexicano Luis Malanco
José Ricardo Chaves 145
La expedición a Chicago y una incursión de Micrós
Miguel Ángel Castro 157
Europa y sus espectáculos (o cómo los viajeros hispanoamericanos experimentaban el teatro y otros divertimentos a finales del siglo xix)
Leonor García Millé 171
Entre fusión y descentralización. Proyecciones estridentistas y otras
Silvia Pappe 187
Los exilios de Martín Luis Guzmán y Nueva York
José de Jesús Arenas Ruiz 211
"Keep smiling. New York no es precisamente un lecho de rosas". José Clemente Orozco en la Babilonia del Hudson
Francisco Mercado Noyola 229
Reyes (casi) al volante
Fernando Curiel 249
Lecturas de Nueva York: mexicanos en la Ciudad Imperio (1918-2011)
Vicente Quirarte 265
Crónica de la escritura de los viajes y los viajes de la escritura
Carolina Depetris 273
Coda: notas nómadas
Fernando Curiel 295 [free_reading] => Preliminar Carta de navegación: del viaje y sus modos Alejandro González Acosta, UNAM Daniar Chávez, UNAM Al verificar el viaje que refiero en este libro, nunca creí que algún día tuviese que dar a la prensa las incorrectas notas que, en forma de diario, tomaba en mi cartera. Ignacio Martínez Recuerdos de un viaje en América, Europa y África (1884) en todas las épocas y en todas las culturas -incluso las ágrafas-ha existido desde antigua fecha la noción del viaje. Biológicamente, el primer viaje del ser será el del propio nacimiento y se inicia con el mismo alumbramiento, y el relato consiguiente es el de toda la vida hasta la muerte, que es a su vez el principio de otro gran viaje, sea religioso (por transcendencia) o biológico (por desintegración), hacia lo desconocido y temido, en un relato aún secreto e incomunicado. Así pues, toda vida supone un viaje. Bíblicamente, el primer viaje sería de castigo: la expulsión de Adán y Eva del Edén, después de haber pecado al consumir el fruto prohibido del árbol del conocimiento, que se relata en el Génesis. Luego, han existido viajes a través de toda la literatura mitológica, desde El descenso de Ishtar a los infiernos y la Epopeya de Gilgamesh. Viajes han sido La Ilíada (de la Hélade a Ilión) y La Odisea (de Ilión a Ítaca), y entrambas figuran un círculo, un periplo de ida y regreso. Además, en todos los viajes subyace un sentido de purgación, depuración y superación. El dolor y las molestias que implica todo viaje se compensan con las revelaciones y descubrimientos que él brinda también. Su propósito esencial desde el origen es decididamente ontológico. Desde sus orígenes en la antigüedad griega, la filosofía también tuvo el sentido de un viaje, expresado en el Círculo de los peripatéticos (que inició en el 335 a. C.), alrededor de Aristóteles, pues eran pensadores ambulantes e itinerantes: eso significa el término originalmente, "los que conversan mientras pasean", ya fuera por los portales del Liceo, o bajo los senderos sombreados alrededor del templo de Apolo en la Acrópolis. Sus miembros buscaron el retrato moral, como Teofrasto con sus Caracteres, o la descripción naturalista, con Estrabón. Ambas inclinaciones se mantendrán como rasgos sustantivos del relato de viajes en su desarrollo siguiente. En definitiva, los filósofos-viajeros, los propios peripatéticos,' buscaban llegar a la Verdad, apoyados en la Lógica y asistidos por el Razonamiento deductivo, y tenían, pues, un Destino que cumplir. Fueron viajeros intelectuales dentro de los muros de la Acrópolis ateniense. Y siglos después, otros viajeros irían a buscar sus huellas en los mismos senderos. El primer Gran viaje fue el de los admirados romanos hacia el ideal de Grecia, condensado en la ciudad de Atenas. La noción del viaje como recreo es un concepto relativamente moderno. En la Edad Media, la casi totalidad de los pobladores de una ciudad nacía, vivía, se reproducía y moría en el mismo sitio, encerrados por regla general en una diminuta ciudad alrededor de un castillo, o un pequeño pueblo, en un estrecho valle o entre caudalosos ríos. En ese periodo hubo una variante de viaje pero que resultaba formativo, depurativo, espiritual: el viaje del peregrino -ya fuera a Roma, Jerusalén o Santiago (El Camino de Santiago)- era un traslado del cuerpo para purificar el espíritu, pero el castigo del primero y su consiguiente mortificación eran parte del beneficio para el segundo. No era, pues, un viaje de placer sino de deber. El documento más importante y pionero de este tema fue el Códice Calixtino (ca. 1140), que se conserva precisamente en Santiago de Compostela, como la más antigua "guía de forasteros y peregrinos". El fundador del concepto del viaje más allá de lo estrictamente religioso o comercial en Europa es Marco Polo, a pesar de que sus dilatados recorridos cumplieron también con las primeras condiciones. "El príncipe de los viajeros", como ha sido llamado,' impulsó, sin saberlo, el turismo como anticipación del espíritu burgués, en la medida en que contribuyó a la ampliación del comercio. Sin embargo, el viaje de Marco Polo no alcanza su magnitud más completa y decisiva hasta que se publica como libro, mucho después, el Libro de las Maravillas o El Millón, que fue uno de los primeros best sellers occidentales. Antes de eso, sólo era el recuerdo de un viajero audaz y afortunado, compartido con sus cercanos en charlas de sobremesa, al reunirse con sus colegas mercaderes en la loggia, o al calor de la lumbre en las frías noches invernales. El libro le da existencia, consistencia y permanencia a su epopeya civil. De tal suerte, se establece desde temprano que no sólo se trata de viajar, sino de publicar lo viajado. Pero tampoco deja de ser curioso que un libro, donde se expone la libertad de viajar, haya sido concebido en una cárcel. En la misma época de Marco Polo, pero en otro orbe cultural (aunque entonces no tan distante como hoy), su contemporáneo marroquí Ibn Batutta (1304-1377) es el ejemplo de un viaje religioso vuelto aventura: su Hajj o peregrinación ritual a La Meca se transforma en su Rala o periplo de dos décadas, por una extensión aún mayor que la supuestamente cubierta por el viajero veneciano, que recoge en su libro y el cual sólo muy recientemente se conoce como A través del Islam (1981): de peregrino pasó a explorador y finalmente a viajero. En esto será un precursor también para los trashumantes del siglo XIX. Su libro no influyó en su época, al contrario de El Millón de Marco Polo, porque fue tardíamente descubierto en 1829, permaneciendo inédito durante varios siglos. Pero todo esto nos demuestra que un viajero no era, desde remotas fechas, un sujeto pasivo y contemplativo, sino un agente activo de motivaciones religiosas, comerciales y estratégicas. Los célebres embajadores que enviaba a las cortes europeas la Serenísima República de Venecia solían combinar sus deberes diplomáticos con la secreta y muy efectiva actividad como discretos espías, y agentes de sediciones y conspiraciones diversas. DEL VIAJE COMO UNA DE LAS BELLAS ARTES Pero ya en el Renacimiento europeo el viaje añade a sus anteriores características una noción un tanto más hedonista: se realiza para conocer, sobre todo, el arte, que se va creando y acumulando prodigiosamente en ese conjunto de estados y ciudades independientes que formarían después, mucho más tarde, Italia, y que eran aún los rescoldos del grandioso Imperio Romano al que se buscaba resucitar e imitar. El viaje ritual se transforma en viaje mental. Por tanto, ya no tiene sentido el sacrificio purgativo y se procura que el cuerpo sufra la menor cantidad posible de privaciones, de modo que surgen los primeros carruajes de transporte más allá de aquéllos con fines bélicos. La meta de Italia -y la reactivación del primer slogan turístico: "Todos los caminos llevan a Roma"- se extiende hasta mucho tiempo después, cuando un gran clásico como Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832) habla del "gran viaje" como parte principal de la formación del auténtico hombre ilustrado, al tiempo que considera a Italia como "el país del arte". Su experiencia personal como viajero por aquel escenario magnífico la refleja en sus Epigramas venecianos (1790) y en las Elegías romanas (1795),4 que luego reúne en sus Viajes italianos o Viajes a Italia (1816), los cuales dan muestra, además, de esa "poesía de viajes" que no constituyó un aporte menor del género. De manera paralela y coincidente, surge el mismo concepto en las dos principales lenguas europeas: el Grand Tour, de los franceses, y el Big Journey, de los ingleses. El viaje deja de ser una empresa militar y colonizadora, para transformarse en la expresión de unos nuevos tiempos inquisitivos que aspiran a describir e inventariar el contenido del mundo: el viaje con propósitos científicos muy específicos y concretos se expone a partir del siglo XVIII, pues se considera que una obligación ética del europeo ilustrado es llevar su civilización a los bárbaros, así como transmitirles los avances de las ciencias. Hasta España, siempre tan golosamente periférica, participó en este empeño, con la célebre Expedición de Balmis a la América para llevar la vacuna de la viruela, lo cual desató una nutrida bibliografía que abarcó lo mismo el diario que la poesía; por ejemplo, la célebre oda de Quintana. Con ello, la nación meridional trataba de ponerse al paso en el desfile del resto de los países europeos septentrionales. Emulaba con los viajes de De Bouganville y el célebre Capitán Cook: los Pirineos, otrora la frontera europea con África, comenzaban a desdibujarse. Sin embargo, para sorpresa del propio Francisco Javier Balmis, cuando en su corbeta María Pita arriba con su expedición científica en 1804 a La Habana, se encuentra con la sorpresa de que ya el médico criollo Tomás Romay (1764-1849) se había adelantado a introducir la vacuna de la viruela entre los pobladores. En el viaje de De Bouganville (1766-1769) precisamente se encontraba un apuesto marinero que servía como ayudante del naturalista Philibert Commerson, llamado Jean Barré, quien resultó ser en realidad una mujer: Jeanne Baret (1740-1807), quien al ser descubierta en su real condición femenina fue desembarcada junto con su amante científico en la Isla Mauricio en 1768 y, al morir éste, pudo completar cinco años después su regreso a Francia, para ser la primera mujer en la historia en rodear al mundo, como la historia ha rescatado recientemente. Al mismo tiempo que estos viajes institucionales -financiados por gobiernos o poderosos mecenas-, se comienza a manifestar el viaje menos costoso y ambicioso y ostentoso, el simple viaje doméstico y privado de sujetos que quieren ver lo que existe allende sus países y dejar constancia de lo visto y vivido. 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