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fue un reconocido humanista, bibliógrafo, historiador, traductor,
poeta, ensayista y periodista del siglo xix. En noviembre de 1880
fue nombrado director de la Biblioteca Nacional de México. Desde
ese año se dio a la tarea de organizar, instalar y clasificar los materiales
de este recinto durante más de 28 años, hasta su muerte.
Este volumen reúne los trabajos de 21 especialistas en el ámbito
de las humanidades, los cuales exploran desde diversos ángulos la
trascendencia de la figura y obra de este insigne liberal. Se aborda el
humanismo de Vigil como traductor de Persio y Marcial, así como su
interés por rescatar la vida y obra de Juana Inés de la Cruz, y promover
a las escritoras de su tiempo. [short_description] => Instruir es emancipar, es engrandecer, es casi crear; por esta razón, siguiendo los consejos de la experiencia y el ejemplo de las naciones más civilizadas, debemos hacer de la instrucción la palanca poderosa de la regeneración de la patria. [meta_keyword] => José María Vigil: a cien años de su muerte, Área Temática, Instituto de Investigaciones Bibliográficas [author_bio] =>Castro, Miguel Ángel (coordinación y edición)
Licenciado en Lengua y Literatura Hispánicas por la UNAM. Especialista en Bibliografía y Hemerografía del siglo XIX, con un interés específico por la literatura mexicana del periodo, Miguel Ángel Castro desarrolla los siguientes proyectos de investigación: La Crónica de Luis G. Urbina y Edición de las Obras de Ángel de Campo, Micrós y Tick-Tack. Asimismo, participa en los proyectos colectivos Publicaciones Periódicas Mexicanas del Siglo XIX, 18221910, y Cultura liberal México y España. Tiene a su cargo la sección "Ocios y Letras" de la revista Este País. Imparte las materias de Crónica, prensa, literatura e historia y Análisis e investigación históricos en el Colegio de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Es profesor de español como segunda lengua y de Literatura en el Centro de Enseñanza para Extranjeros.
[toc] => Introducción. El legado de José María Vigil
Miguel Ángel Castro 9
La Reforma vista por José María Vigil
Antonia Pi-Suñer Llorens 23
La historia como drama.
Una lente para observar la trayectoria de Vigil
Evelia Trejo 33
José María Vigil en el pensamiento político y epistemológico contemporáneo
José Hernández Prado 43
Las polémicas entre José María Vigil y los positivistas mexicanos
Francisco Quijano 53
Del liberalismo científico al liberalismo utópico: el republicanismo de losé María Vigil
Ambrosio Velasco Gómez 69
Sor Juana Inés de la Cruz a debate: la ponderación historiográfica de José María Vigil
Dalmacio Rodríguez Hernández 83
José María Vigil y el espíritu de la Reforma
Edwin Alcántara Machuca 101
Vigil y los espíritus tutelares de la Biblioteca Nacional
Miguel Ángel Castro 111
VIO y Zarco: algunas coincidencias más allá del año de nacimiento
Aurora Cano Andaluz 135
José María Vigil, traductor de Persia t
Roberto Heredia Correa 145
"Pues es dos veces vivir - gozar lo que se ha vivido". José María Vigil, traductor de Marcial
Laurette Godinas 155
Las poetisas de Vigil
Jorge Ruedas de la Serna t 165
José María Vigil: en torno a la historiografía literaria de México
María Teresa Solórzano Ponce 173
Poesía y crítica literaria en José María Vigil
Pablo Mora 183
José María Vigil: promotor, crítico e historiador de la literatura femenina decimonónica
Lucrecia Infante Vargas 193
José María Vigil: editor del periódico oficial El País
Alejandra Vigil Batista 203
Los males de la época actual: Vigil y la salud pública
Ana María Romero Valle 215
La opinión de José María Vigil sobre la inmigración extranjera a México
Lilia Vieyra Sánchez 229
José María Vigil y la corriente bibliográfica en México
Sofía Brito Ocampo 245
José María Vigil y el manuscrito 42 de la Biblioteca Nacional de México
Silvia Salgado Ruelas 257 [free_reading] => Introducción El legado de José María Vigil En 2009 se conmemoraron 100 años del deceso y 180 del nacimiento de don José María Vigil, uno de los humanistas más prominentes del siglo xix, director de la Biblioteca Nacional de México durante 29 años. Vigil fue periodista, poeta, dramaturgo, historiador, traductor, ensayista, profesor y bibliógrafo. Todas estas actividades fueron cobijadas por el pensamiento liberal reformista; coherente hasta el final de sus días con esta ideología, sus acciones y su obra tuvieron siempre un objetivo: contribuir con sus conocimientos a hacer de México un mejor país, más democrático, con ciudadanos libres y educados. De acuerdo con la clasificación que hace el historiador Luis González y González sobre las generaciones en México, José María Vigil pertenece a la de los tuxtepecanos. Intelectualmente hablando, es quizá una de las más importantes del siglo xix. Nacida entre 1825 y 1833, destacan importantes hombres que son recordados en la historia de México debido a su activa participación política y a su incidencia en el rumbo que tomó el país después de la Guerra de Reforma, entre ellos están Ignacio Ramírez, Guillermo Prieto, Gabino Barreda, Alejandro Arango y Escandón, José Sebastián Segura, Casimiro del Collado, Sebastián Lerdo de Tejada, Ramón Issac Alcaraz, Trinidad García de la Cadena, José María Marroquí, Joaquín García Icazbalceta, Luis Gonzaga Ortiz, Juan E. Hernández y Dávalos, José María Roa Bárcena, Ignacio Mariscal, Santiago Rebull, Francisco Zarco, Porfirio Díaz, José Tomás de Cuéllar, Hilarión Frías y Soto, Antonio García Cubas, Francisco Díaz Covarrubias y Vicente Riva Palacio. Cabe señalar que a la mayoría de ellos Vigil los conoció y con algunos compartió sus ideales políticos. Don José María Vigil Orozco nació el 11 de octubre de 1829 en un sencillo hogar del barrio de San Felipe, en Guadalajara. Fueron sus padres don Cristóbal Vigil y doña Cleta Orozco. Hizo los primeros estudios entre 1937 y 1942 en la Escuela Municipal número 1, la cual dirigía el preceptor Faustino González Cevallos, ubicada en la calle de la Universidad, bajos de la casa núm. 16. Entre sus compañeros de banca tuvo a los que después se convertirían en prominentes hombres: Ignacio L. Vallarta, Jesús Leandro Camarena y Emilio del Castillo Negrete. En 1843 ingresó al Seminario Conciliar del Señor San José, donde cursó latín y filosofía hasta el año 1848, con el catedrático don Mariano González. En 1849 inició la carrera de Jurisprudencia en la Universidad de Guadalajara, pero la interrumpió para seguir su vocación: las actividades literarias y el periodismo. En febrero de 1849 Vigil fundó la Sociedad Literaria "La Esperanza" y fue a través de su órgano oficial, el cual tenía el mismo nombre, donde dio a conocer sus primeros trabajos literarios, entre ellos el poema "Mi genio". Los años de 1849 a 1855 Vigil los dedicó principalmente a escribir poemas y piezas teatrales. En 1852 colaboró en el periódico El Ensayo Literario, órgano de La Falange de Estudio (sociedad que también ayudó a fundar), y en La Mariposa. En 1851 Pablo J. Villaseñor publicó la Aurora poética de Jalisco. Colección de poesías líricas de jóvenes jalisciences [sic], dedicada al bello sexo de Guadalajara. Pero, además de la poesía, sus inquietudes literarias se inclinaron también por el teatro. En 1851 escribió su primera obra, Dolores o una pasión; el 20 de diciembre de 1853 se representó La hija del carpintero, y su tercera obra, El demonio del corazón, drama versificado en cinco actos, fue estrenada el 13 de febrero de 1862. Los acontecimientos políticos de la joven nación llevaron a don José María por un camino que siguió prácticamente durante toda su vida: el periodismo. En 1854, al estallar la Revolución de Ayutla, movimiento abanderado por Juan Álvarez en el estado de Guerrero, el cual pretendía quitar definitivamente del poder a Antonio López de Santa Anna, Vigil se identificó con sus causas y en 1855 ingresó al cuerpo de redacción de La Revolución. Periódico Democrático Independiente, dirigido por Miguel Cruz Aedo. Era un diario liberal y marcadamente anticlerical. Para Carlos J. Sierra: "La revolución de Ayutla marca el inicio de Vigil en la vida política del país y es también el principio de la defensa de su ideología liberal". En este mismo periódico encontramos su declaratoria de adhesión al Partido Liberal, convicción que lo acompañará durante toda su vida. Después de La Revolución ingresó, en enero de 1856, a las filas del periódico oficial del gobierno del estado de Jalisco, El País, cuyo editor era Ignacio Aguirre. La participación más importante de Vigil ocurrió en 1861, cuando comenzó una campaña periodística aguda y valiente, la cual se prolongó hasta 1863, en contra de la Intervención francesa en México, campaña que siguió en El Siglo Diez y Nueve. Además, en El País también publicó artículos que atacaban frontalmente al clero y a los conservadores, así como otros destinados a defender las Leyes de Reforma que pretendía establecer el Partido Liberal. El 4 de noviembre de 1861, a los 32 años de edad, contrajo matrimonio civil con la señorita Asunción Robles Gil, de 29 años, hija legítima de don Miguel Robles Gil y doña María Ibarra, y el 15 de noviembre se celebró el matrimonio eclesiástico también en Jalisco, en el Sagrario Metropolitano. Sus padrinos fueron su cuñado Emeterio Robles Gil y doña Refugio Benn, y sus testigos Ignacio Luis Vallarta y don Romualdo Tolsá, hijo del célebre escultor y arquitecto don Manuel Tolsá. En mayo de 1863 fue nombrado director de la Biblioteca Pública del estado de Jalisco, con sede en Guadalajara, pero en diciembre de ese mismo año prefirió abandonar voluntariamente su ciudad natal, antes que someterse y servir a las tropas francesas que se acercaban a la ciudad, y se embarcó en Manzanillo rumbo a San Francisco, California, donde permaneció todo el año de 1864. Con respecto a la Intervención francesa en México, como sus contemporáneos liberales, manifestó su total rechazo e inconformidad. En su artículo "Porvenir de México", publicado en El Siglo Diez y Nueve el 22 de junio de 1862, señalaba que nuestro país demostraría ante el mundo entero que era capaz de defender su territorio y había dejado de ser un juguete con el cual las potencias podían "chupar nuestra riqueza y derramar nuestra sangre con impunidad"; se refería, asimismo, a las aspiraciones y ambición de Napoleón III: México, abandonando las andaderas del niño para entrar en el goce de los derechos del hombre, tratará con los demás gobiernos de igual a igual; abolirá esos privilegios estúpidos, en virtud de los cuales el extranjero es de una condición superior siempre al mexicano; sacudirá esa vergonzosa tutela en que nos han puesto las intrigas de los gabinetes, y la debilidad de nuestros gobernadores hará, en suma, lo que hace todo soberano dueño de sí, dueño de su casa, sin trabas ridículas, sin transacciones humillantes. Para Vigil no había más que hacer la guerra sin descanso a los franceses y nulificar las posibles ventajas que tuvieran, pero de ninguna manera el gobierno mexicano debía humillarse ni ceder ante las exigencias de los invasores; no importaba cuánto tiempo durara la lucha, era cuestión de tiempo, con tal de que la nación quedara íntegra en su soberanía y en sus derechos; la constancia haría triunfar la independencia aun sin el apoyo de los gobiernos externos, pero al final vaticinaba: "¡Dios salvará a la República! Esta convicción profunda que nos da fe en la justicia de nuestra causa, es bastante poderosa y enérgica para sostener al pueblo en la lucha a que le han provocado. Él sabrá hacerse digno de sus gloriosos antecedentes, y sellará con su sangre la obra eterna de su emancipación." Durante su estancia en San Francisco, fundó y dirigió la publicación El Nuevo Mundo, con la colaboración de Sotero Prieto e Ignacio Madrid, a fin de defender la causa republicana. En junio de 1865 la falta de recursos lo obligó a volver a su tierra natal, donde continuó con la defensa de su causa, ahora con la publicación de El Boletín de Noticias, órgano que dirigió durante 14 meses, hasta que fue suprimido por las autoridades. En febrero de 1871 fue nombrado redactor en jefe de El Siglo Diez y Nueve, cargo que ocupó hasta el 21 de diciembre de 1873. El tiempo que Vigil estuvo en la redacción de este diario liberal fue importante para el reacomodo del país pues, aunque los liberales ya tenían el poder y avanzaba la llamada restauración de la República, vendrían nuevos conflictos. En 1871 publicó una serie de artículos encaminados a combatir la reelección de Juárez; en ese sentido apoyó la candidatura de don Sebastián Lerdo de Tejada para las elecciones constitucionales de 1872. Sin embargo, y a pesar de estar en desacuerdo con el presidente Juárez, condenó el levantamiento de Porfirio Díaz en La Noria. La muerte de Benito Juárez, el 18 de julio de 1872, impidió que continuara en el poder y devolvió cierta estabilidad a los liberales preocupados por no violar los principios que abanderaban; entre ellos, por supuesto, se encontraba Vigil. Sebastián Lerdo de Tejada, entonces presidente de la Suprema Corte de Justicia, asumió el poder de manera interina y convocó a elecciones que lo ratificaron en el puesto en septiembre de 1872. Vigil siguió de cerca el proceso desde su tribuna y quedó conforme con los resultados. En mayo de 1871 fue nombrado redactor en jefe del periódico El Eco de Ambos Mundos; sin embargo, pronto dejó el cargo, en noviembre de ese año. En 1872 sus actividades como periodista continuaron y en febrero fundó la primera organización de periodistas de México, con el nombre de Asociación de Periodistas Escritores, como baluarte de unión de la prensa libre. Al año siguiente ingresó como miembro de la Sociedad de Mejoras Materiales de Tacubaya. Publicó una serie de artículos sobre la Intervención y el llamado Imperio, en los cuales defendía los ideales del Partido Liberal, y polemizó con el diario conservador El Pájaro Verde. La polémica tuvo lugar del 21 de junio de 1873 al 17 de julio de 1874. El Porvenir fue el simbólico nombre del periódico que fundó y dirigió de enero de 1874 a mayo de 1876. En esta publicación resaltan dos episodios. Por un lado, la polémica que sostuvo con el diario conservador La Voz de México, en 16 artículos que contestaban las refutaciones que La Voz hacía sobre la protesta constitucional; por el otro, la publicación de un ensayo dividido en 14 artículos titulado "La cuestión social", cuyo eje central era el problema del trabajador del campo. Al respecto afirma Gabriel Agraz que, "como pensador político, sostenía que en México no debía haber más aristocracia que la de la virtud y de la inteligencia". 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