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Licenciatura en historia. Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Examen profesional el 24 de enero de 2003. Título de la tesis Los refugiados españoles en EL NACIONAL, 1939-1942. Catálogo de sus publicaciones. Período de estudios: 1996-2003. Maestría en historia. Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Examen profesional el 29 de junio de 2007. Título de la tesis La adscripción politice y sindical de los refugiados españoles que se exiliaron en México. Período de estudios: 2003-2007. Mención Honorífica. Diploma de Estudios Avanzados. Departamento de Historia Contemporánea de la Universidad Nacional de Educación a Distancia de Madrid, España. Obtención del diploma 4 de diciembre de 2007, con calificación de notable. Doctorado en Historia. Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Examen profesional ello de agosto de 2012. Título de la tesis Políticas y exilio: México y España 1940-1946. Período de estudios: 2007-2012, con Mención Honorífica. Posdoctorado en el Programa de Becas posdoctorales de la UNAM a través de la Coordinación de Humanidades en el Centro de Investigaciones sobre América Latina y El Caribe. Período de investigación: 1 de septiembre de 2012 al 31 de agosto de 2014. Proyecto de Investigación: "El Exilio Republicano Español en América Latina: México, República Dominicana, Chile, Cuba y Guatemala (1939-1946)".
[toc] => Introducción 9
1. Las relaciones exteriores de México. De la expropiación
petrolera a la declaración de guerra (1938-1942) 21
Las relaciones con España (1923-1939) 25
México contra el Eje 34
México y la Unión Soviética 37
México define su posición a favor de los aliados 45
2. México y el régimen franquista (1942-1943) 53
El hispanismo y la Falange en México 55
La Falange Exterior en América Latina 65
La Colonia Española y la política mexicana 69
Los agentes franquistas en México 77
Adolfo Prieto y los intercambios comerciales 79
3. Los republicanos españoles (1943-1946) 91
El exilio republicano español en 1943 96
La Junta Española de Liberación (JEL) 112
El gobierno español en el exilio (1945-1946) 123
4. 1947 y las relaciones México-España 133
Conclusión 151
Fuentes 155
Archivos en España 155
Archivos en México 155
Hemerografía 156
Bibliografía 157 [free_reading] => INTRODUCCIÓN He de poner en el superior conocimiento de usted, un hecho que me refirió el señor Prefecto de Annecy y que, a mi juicio, debe usted conocer cuanto antes respecto a miles de refugiados que aún existen en los campos de concentración de los Pirineos Orientales en Francia. Me dijo que ese problema que tanto ha costado y preocupado al Gobierno francés, será muy pronto resuelto, puesto que, habiéndose solucionado todas las dificultades que han existido entre su Gobierno y del Generalísimo Franco, todos esos españoles serán devueltos al Gobierno franquista. Como tal resolución me parece monstruosa […], le pregunté al Sr. Prefecto si estaba seguro de tal resolución, a lo que me contestó que sí.1 Cuando se dio el triunfo militar de Francisco Franco en la península ibérica, el régimen revolucionario mexicano abandonaba las medidas más radicales que había implementado desde 1920 y que tuvieron su punto culminante en marzo de 1938, como resultado de la expropiación del petróleo; un asunto de política exterior que tuvo un impacto inmediato en su política interior. Todo esto también formaba parte de un proceso de reconstitución de las relaciones internacionales del país en la etapa prebélica y beligerante, pues habría que recordar que entre 1938 y finales de 1942 el gobierno mexicano recompuso sus relaciones comerciales y oficiales con Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Soviética; se solidarizó con Francia Libre y el gobierno chino, y de plano las interrumpió con los países del Eje: Alemania, Italia y Japón. En cuanto a las relaciones de México con España, a partir de la inmediata posguerra civil en el país ibérico, prácticamente desde el otoño de 1942 y hasta la primavera de 1947, se dieron las condiciones para reconocer al franquismo, un acto probable que parecía contar con el apoyo de los más altos estratos de la Colonia Española de México; empresarios con inversiones en el país, y que se perfilaron como los interlocutores con acceso directo al oficialismo mexicano. Sin embargo, el acercamiento diplomático con Franco no sólo era auspiciado por los antiguos residentes, sino que también, y más aún, existieron funcionarios del régimen presidencialista que simpatizaba con la idea de establecer relaciones diplomáticas con el dictador español. Uno de los más incisivos propulsores del acercamiento al dictador español era Maximino Ávila Camacho, hermano del presidente, quien habló con agentes y diplomáticos franquistas. Las gestiones para favorecer los vínculos oficiales con el franquismo tuvieron su punto culminante en el verano de 1947, cuando el agregado comercial de la embajada franquista en Washington, Luis García Guijarro, suscribió el primer Acuerdo Comercial Hispano-Mexicano con Ramón Beteta, secretario de Hacienda del gabinete de Miguel Alemán. Sin embargo, este convenio venía trabajándose desde septiembre de 1942; y fue gestionado por los colonos españoles, el embajador de España en Guatemala, Antonio Sanz Agüero, el agregado comercial en La Habana, Pelayo García Olay; y el representante oficioso de Franco desde 1936, el hispano naturalizado mexicano Augusto Ibáñez Serrano. En realidad, los intercambios comerciales fluyeron a partir de la primavera de 1943, cuando Adolfo Prieto, industrial asturiano afincado en México, logró gestionar, ante el Ministerio de Economía español y las dependencias oficiales mexicanas, un intercambio de mercancías vía La Habana y Nueva York pero que fue muy representativo, pues sin duda significó el punto de arranque no sólo de las relaciones comerciales con el franquismo, sino también —nos atreveríamos a decir— de las de carácter cultural.2 Esa receptividad hacia el franquismo se contrapone a la solidaridad que el régimen mexicano ofreció a los republicanos españoles desde antes de su llegada con el exilio y más concretamente desde la Guerra Civil.3 México fue el abogado defensor más preciso de la causa republicana; de hecho, durante y después de la Guerra Civil los republicanos tuvieron en el gobierno mexicano a uno de sus principales aliados. México nunca reconoció oficialmente a Franco.4 En esta investigación sostenemos la hipótesis de que, por un lado, la presencia de los republicanos españoles a partir de 1939 en México impidió el reconocimiento oficial a Franco; y, por otro, la similitud ideológica entre el régimen mexicano y el ideario político de la República española también lo impidió. El probable reconocimiento a Franco era correspondiente con el viraje del régimen revolucionario mexicano que conseguía su estabilización en buena medida gracias a los factores externos que determinaban su relación política y comercial con Estados Unidos de América. Recordemos que los años de la Segunda Guerra Mundial dotarán al país de una gran capacidad de negociación con el vecino del norte en temas tan diversos pero decisivos para el desarrollo de su industria nacional y, en consecuencia, de la estabilidad del régimen. Esa actitud ambivalente del régimen mexicano posrevolucionario no era totalmente nueva, pues un ilustrativo antecedente sucedió justo después de la nacionalización petrolera: mientras el gobierno del general Cárdenas condenaba con toda energía el totalitarismo en los foros internacionales, México echó mano de Alemania, Italia y Japón para intercambiar el petróleo nacional, pues Gran Bretaña y Estados Unidos cumplían con su promesa de boicotearlo. Sólo el previsible colaboracionismo de México en la guerra con los aliados interrumpió esa tendencia de comerciar con los países del Eje, con quienes para 1941 finalmente interrumpió cualquier tipo de comunicación, ya sea ésta de carácter comercial u oficial. Poco después México asumió una actitud muy semejante en cuanto al franquismo, pues ahora sabemos que los contactos oficiosos, comerciales y culturales fueron de un nivel inédito, si consideramos que nunca existió un embajador oficial reconocido, aunque sí oficioso, de Franco en México. Ese arrojo mexicano para condenar al dictador hispano en las conferencias internacionales de paz y de posguerra iba en contrasentido al incremento del flujo comercial y cultural con la península. Ante ello podemos afirmar que las relaciones hispanomexicanas entre 1940 y 1946 tuvieron la siguiente tonalidad: primero, el periodo de 1940 a 1946 fue decisivo para lograr el establecimiento de los primeros intercambios comerciales y culturales, pues durante este período se establecieron las bases y los acuerdos que habrían de regir las relaciones bilaterales entre ambos países hasta junio de 1977, con la formal disolución de la embajada republicana en México; segundo, el reconocimiento mexicano al franquismo formaba parte de una estrategia en la que interactuaba toda una gama de elementos que no desentonaban con la actitud menos radical del régimen mexicano a partir de 1941. A ello habría que sumar las simpatías que llegó a despertar Franco entre los miembros del gabinete del presidente Ávila Camacho. La quintaescencia de esa actitud la lideraba Maximino Ávila Camacho, exgobernador de Puebla y secretario de Obras Públicas entre 1941 y 1945; en contrasentido, en el nulo reconocimiento mexicano a Franco, jugaron otros elementos —que no quiere decir el único— que tienen que ver con la presencia de los republicanos españoles; por ejemplo, Javier Rubio asegura que para 1945 residían en el país noventa y seis diputados de la última legislatura republicana. Además, desde finales de 1939 se encontraba en el país el presidente de las Cortes, Diego Martínez Barrios; asimismo en dos o más ocasiones visitaron el país Juan Negrín, exjefe de gobierno; José Antonio de Aguirre, presidente vasco; y Josep Tarradellas, del Parlament catalán; sin contar la larga lista de líderes de partidos y sindicatos, y el gran aporte cultural y académico que estos emigrados políticos hicieron en el país que los acogió desde un primer momento pues entre ellos se pueden contar hasta ocho rectores de universidades españolas.5 Podríamos deducir que México llegó a convertirse en la capital del exilio político republicano español hasta 1945. Esa circunstancia no hizo sino reafirmar las cordiales relaciones diplomáticas con la Segunda República que existían desde 1931. Para documentar sobre el tema aquí tratado, nos apoyamos en la información depositada tanto en México como en España. Uno de los registros documentales de gran valía ha sido el Fondo Manuel Ávila Camacho, del Ramo Presidentes del Archivo General de la Nación (AGN), en donde hemos encontrado gran parte del material que nos sirvió para reconocer la postura del gobierno en cuanto a los exiliados antifascistas en general y a los antifranquistas en particular. No menos importante ha sido la correspondencia que sobre México fue posible localizar en el Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores de España para los años de la Segunda Guerra Mundial, pues allí pudieron rastrearse los contactos entre embajadores franquistas en Estados Unidos, Cuba y Guatemala con los agentes destinados a México y con los principales núcleos filofranquistas, el agente oficioso, Augusto Ibáñez Serrano, la delegación mexicana de la Falange y los dirigentes de los centros españoles arraigados en México, siendo muchos de ellos empresarios e industriales. Al mismo tiempo fue posible identificar la relación entre la Confederación de Trabajadores de México y la Unión General de Trabajadores (española) desde el archivo personal de Amaro del Rosal. Este fondo documental resulta indispensable para registrar las redes que llegó a proliferar entre el sector comunista de la emigración española y la Confederación de Trabajadores de México y la Confederación de Trabajadores de América Latina , respectivamente. Para los aspectos relacionados con la comunicación entre el gobierno español en el exilio presidido en ese momento por José Giral y el de Ávila Camacho en el periodo agosto de 1945-febrero de 1946, fundamental resultó la consulta del Fondo México del Archivo de la Segunda República española que está resguardado en la Fundación Universitaria Española, actualmente en Madrid. Asimismo hemos realizado una revisión de la prensa y revistas mexicanas y españolas de la época, donde destaca el diario oficial El Nacional, con cuya consulta pudimos dar seguimiento a este proceso, sobre todo a partir de los sucesos de 1943 en adelante.6 Por otra parte, México sostuvo una guerra diplomática de baja intensidad contra el nazifascismo a partir de que se dieron las primeras agresiones totalitarias en 1935, y demandó en la Sociedad de las Naciones medidas y condenas contra esas intervenciones, sobre todo, durante el inicio y desarrollo de la Guerra Civil española. No obstante, a partir de marzo de 1938 desafió a las democracias angloamericanas expropiando el petróleo lo que motivó un conflicto diplomático, que se subsanó más definidamente hasta el otoño de 1941; México firmó el primer acuerdo petrolero con Estados Unidos y restableció sus relaciones diplomáticas y comerciales con Gran Bretaña, interrumpidas desde mayo de 1938. Por otra parte, el boicot a la producción de crudo mexicano implicó la apertura de un canal comercial con los países con los que México mantenía su batalla en el terreno diplomático, como: Alemania, Italia y Japón. Según las cifras que manejan autores como Rafael Velázquez, para el caso de Alemania,7 o Franco Savarino para el comercio con Italia,8 el gobierno cardenista aumentó su intercambio comercial en el año de 1939, aunque hacia la mitad de 1940 esa tendencia se desplomaría precisamente por los compromisos que evidentemente México adquiría con Estados Unidos. El cauce de la guerra en los primeros momentos de 1941 fue decisivo para que en abril de ese año el gobierno avilacamachista incautara barcos surtos con banderas alemanas e italianas en los puertos de Veracruz y Tampico; y no condenara las “listas negras” que en julio de ese año elaboró la administración de Franklin D. Roosevelt y que implicaba a empresas y empresarios de origen alemán, italiano y japonés establecidos en América Latina, y formalmente diera por canceladas sus relaciones consulares y comerciales con Alemania en octubre de 1941, y diplomáticas con Italia, Japón y Alemania a partir del 11 de diciembre. En mayo de 1942, como todos sabemos, les declaró la guerra. En cuanto a Francia, el gobierno mexicano reconoció el movimiento de liberación liderado por De Gaulle a finales de 1942, y tuvo que negociar con el gobierno colaboracionista de Petain, un acuerdo con el que se respetaran las libertades individuales de los españoles refugiados en el país galo a partir de agosto de 1940 y por el cual México se comprometió a brindarles protección humanitaria y diplomática.9 Sin embargo, las relaciones bilaterales con Estados Unidos fueron de vital importancia en el rumbo de la política exterior mexicana. La investigadora Blanca Torres —en su ya clásico estudio México durante la Segunda Guerra Mundial— asegura que el 90% del comercio exterior se realizaba con los estadounidenses.10 Las negociaciones, en ese sentido, no podrían ser de menor intensidad. La administración de Franklin D. Roosevelt, no obstante las reticencias que existían en el interior del Departamento de Estado y en los sectores ultraderechistas de la opinión pública que demandaban medidas coercitivas contra la economía mexicana, logró concertar una serie de acuerdos con los diplomáticos mexicanos. Tanto el secretario de Hacienda Eduardo Suárez, como el de Relaciones Exteriores Ezequiel Padilla, tuvieron una participación clave en esas gestiones.11 A ello siguieron otros acuerdos; de colaboración militar, defensa continental, suministro de insumos, venta y colocación de la boicoteada plata mexicana, tratados migratorios, por mencionar, quizá, los más importantes. La designación del general Cárdenas, en enero de 1942, como comandante de la Región Militar del Pacífico, y en septiembre del mismo año como secretario de la Defensa Nacional, significó, tal vez, el momento cumbre de la Unidad Nacional que promovió el gobierno y que tuvo en la celebración del 15 de septiembre de 1942 su momento estelar cuando el jefe del Ejecutivo logró reunir a todos los expresidentes de la posrevolución que aún vivían. En cuanto a la relación con Estados Unidos, Cárdenas se opuso a la entrada de personal militar estadounidense a México, porque sabía del riesgo que representaba para la soberanía del territorio. En cambio, le interesaba el adiestramiento del Ejército mexicano que le pudieran proporcionar las Fuerzas Armadas del vecino del norte... 1 Isidro Fabela a Lázaro Cárdenas, 19 de agosto de 1939, Fondo Presidentes, Ramo Lázaro Cárdenas, Archivo General de la Nación (en adelante agn), 546.6/212-238, citado en Pedro Luis Angosto Vélez, La República en México. Con plomo en las alas (1939-1945), España, Espuela de Plata, 2009, p. 114. 2 Sobre este tema, no deja llamar poderosamente la atención la presencia mexicana en España en la década de 1940 a través del cine, como indica Julia Tuñón en “Relaciones de celuloide. El primer certamen cinematográfico. Madrid 1948”, en Clara Lida (comp.), México y España en el primer franquismo, 1939-1950. Rupturas formales: relaciones oficiosas, México, El Colegio de México, 2001, pp. 121-162. 3 A partir de abril de 1931 se asistió a una nueva era de las relaciones entre el gobierno posrevolucionario y la Segunda República española, que, sin afectaciones de gran consideración, comenzaron el 14 de abril de 1931 y se estrecharon aún más cuando el gobierno español de Manuel Azaña Díaz promovió la entrada de México en la Liga de las Naciones, en mayo de ese mismo año. 4 Con el exilio español llegó también un contingente de refugiados antifascistas que provenían de diferentes partes de Europa y que estuvieron protegidos por la diplomacia mexicana. Sin embargo, el caso más sintomático de la reticencia mexicana a recibir a refugiados de la guerra mundial es el de los judíos, como lo ha demostrado recientemente el estudio de Daniela Gleizer Salzman, El exilio incómodo. México y los refugiados judíos, México, El Colegio de México/uam, 2011. 5 Entre ellos están: José Giral, José Gaos, Pedro Bosch Gimpera, Jaime Serra Hunter, Alejandro Otero, José Puche Álvarez y Blas Cabrera. 6 La importancia de revisar El Nacional como fuente principal para reunir estos procesos reside, en mi investigación, en el propósito de obtener el grado de licenciado en Historia por la unam. Véase, José Francisco Mejía Flores, “Los refugiados españoles en El Nacional, 1939- 1942”, tesis de licenciatura en Historia, ffyl-unam, 2003. 7 Rafael Velázquez Flores, La política exterior de México durante la Segunda Guerra Mundial, Plaza y Valdés/Universidad del Mar, 2007. 8 Franco Savarino Roggero, México e Italia. Política y diplomacia en la época del fascismo, 1922-1942, México, sre, 2002. 9 Un avance significativo en torno a la relación de México y Francia a través del exilio, en Claudia Dávila Valdés, Refugiados españoles en Francia y México. Un estudio comparativo, México, El Colegio de México, 2012. 10 Blanca Torres Ramírez, México en la Segunda Guerra Mundial México, El Colegio de México, 1979 (Historia de la Revolución Mexicana, núm. 19). 11 En su ya citado estudio, Blanca Torres señala que existió cierta animadversión entre Suárez y Padilla, sobre todo en el momento crucial de noviembre de 1941, cuando se firmó el acuerdo sobre el petróleo. Ibid. 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