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es doctor en Ciencias (Biología) por la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México y Diplomado de Estudios Avanzados en Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable, por El Colegio de México. Sus áreas de interés son los sistemas de saberes indígenas, las articulaciones sociedad-cultura-naturaleza y el diálogo de saberes, así como un programa de investigación de largo plazo con el pueblo P´urhépecha de Michoacán.
Entre sus libros se encuentran la Biblioteca de la Medicina Tradicional Mexicana (1994-2014). Los Saberes P'urhépecha. El dialogo con los animales y la naturaleza (2008). El darwinismo en Iberoamérica. Bolivia y México (2008), Saberes colectivos y diálogo de saberes en México (2011), Conocimiento tradicional, innovación y reapropiación social (2012), Plantas medicinales de uso tradicional en la ciudad de México (2014) y La ruptura de las fronteras imaginarias (2015). Ha sido distinguido por la Sociedad Botánica de México y dos veces con el primer premio Fray Bernardino de Sahagún, del Instituto Nacional de Antropología e Historia.Zolla, Carlos
Investigador argentino, naturalizado mexicano, residente en México desde 1976. Fue profesor en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdova, en Argentina, en la Facultad de Medicina de la UNAM y en la Escuela Nacional de Antropología e Historia.
Investigador en el Instituto Mexicano para el Estudio de las Plantas Medicinales y el instituto Mexicano del Seguro Social. Fue Subdirector de Bienestar Social y Director de Investigación y Promoción Cultural del Instituto Nacional Indigenista (INI). Coordino el proyecto "Estado de Desarrollo Económico y Social de los Pueblos Indígenas de México" (INI-PNLID). Actualmente es Coordinador de investigación en el Programa Universitario México Nación Multicultural de la UNAM. Creó y dirigió en el INI, con Arturo Argueta, la Biblioteca de la Medicina tradicional Mexicana.Pérez Ortega, Gimena (coordinadores)
Doctora en Ciencias Biológicas por la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México. Sus áreas de interés son los conocimientos tradicionales, la etnobotánica, fitoquímica y farmacología de plantas medicinales mexicanas. 'Tiene peculiar interés en las especies vegetales que se utilizan tradicionalmente como medicinales. Tales estudios los ha abordado a partir de la colaboración con médicos tradicionales de los estados de Hidalgo, Michoacán, Morelos y de la Ciudad de México. Actualmente colabora con la Red Temática de Patrimonio Biocultural de México del CONACYT y es posdoctorante del Centro Regional de Investigaciones multidisciplinarias de la UNAM.
[toc] => Presentación 12
Arturo Argueta Vállamar y Carlos Zolla
Introducción 19
Plantas medicinales de uso tradicional en la Ciudad de México:
Aceitilla (Bidens odorata) 31
Ajenjo (Artemisia absinthium) 33
Árnica (Heterotheca inuloides var. inuloides) 35
Cabellos de elote (Zea mays) 38
Cardo santo (Cirsium subcoriaceum) 40
Cempasúchil (Tagetes erecta) 41
Chaya (Cnidoscolus chayamansa) 43
Chicalote (Argemone ochroleuca ssp. stenopetala) 45
Cola de caballo (Equisetum hyemale) 48
Cresta de gallo (Castilleja arvensis) 50
Cuachalalate (Amphipterygium adstringens) 51
Diente de león (Taraxacum officinale) 54
Epazote de zorrillo (Chenopodium graveolens) 56
Escobilla (Baccharis conferta) 58
Espinosilla (Loeselia mexicana) 60
Estafiate (Artemisia ludoviciana ssp. mexicana) 62
Flor de manita (Chiranthodendron pentadactylon) 65
Garañona (Castilleja tenuiflora) 67
Gordolobo (Gnaphalium semiamplexicaule) 69
Grama (Cynodon dactylon) 71
Guarumbo (Cecropia obtusifilia) 73
Güereque (Ibervillea sonorae) 75
Hierba del pollo (Commelina coelestis) 77
Hierba del sapo (Eryngium carlinae) 79
Hierbamora (Solanum ni grescens) 81
Lágrimas de San Pedro (Tournefortia hirsutissima) 83
Lima (Citrus limetta) 84
Llantén (Plantago major) 86
Magnolia (Magnolia grandiflora) 89 Malva (Malva parviflora) 91
Marrubio (Marrubium vulgare) 93
Milenrama (Achillea 95
Mirto (Salvia microphylla) 97
Muérdago (Cladocolea loniceroides) 99
Muicle (Justicia spicigera) 100
Nopal (Opuntia ficus-indica) 103
Ortiga (Urtica dioica) 105
Prodigiosa (Brickellia cavanillesiz) 107
Simonillo (Conyza filaginoides) 109
Tejocote (Crataegus pubescens) 111
Tepozán (Budzileia cordata ssp. cordata) 113
Tila (Ternstroemia sylvatica) 115
Tlanchichinole (Kohleria deppeana) .117
Tomillo (Thymus vulgaris) 118
Toronjil (Agastache mexicana ssp. xolocotziana y Agastache mexicana var. hernandiana) 120
Trompetilla (Bouvardia ternifolia) 122
Tronadora (Tecoma stans) 124
Tumbavaquero (Ipomoea stans) 126
Valeriana (Valeriana edulis) 128
Verbena (Verbena litoralis) 130
Zapote blanco (Casimiroa edulis) 132
Zoapatle (Montanoa tomentosa) 135
Plantas medicinales de uso tradicional en la Ciudad de México, según su categoría de uso
Anticancerígenos y antioxidantes 141
Circulatorio 141
Digestivo 143
Metabólico-nutricional 146
Músculo-esquelético 147
Nervioso 148
Piel 149
Renal-urinario 151
Reproductor femenino 152
Respiratorio 154
Signos, síntomas y otros 156
Síndromes de filiación cultural 157
Traumatismos y accidentes 157
Índice por nombre botánico 159
Literatura citada 161 [free_reading] => Al comenzar a leer un libro como éste no podemos dejar de preguntarnos: ¿Qué nos pueden decir los resultados de un estudio actual sobre el empleo tradicional de las plantas medicinales en la Ciudad de México? En el inicio de la segunda década del siglo XXl, constatar la persistencia del uso de las plantas medicinales y, por lo tanto, la existencia de un sistema de atención a la salud denominado Medicina Tradicional Mexicana (MTM) en una de las megalópolis del planeta -considerada entre las 10 ciudades más grandes del mundo-, debe llamarnos a reflexionar ya no sólo sobre su pasado y presente sino, en especial, sobre su futuro. Si bien Gonzalo Aguirre Beltrán -uno de los fundadores de la antropología médica en México y estudioso de los fenómenos de la medicina y la salud en la situación intercultural- reconoció la importancia de la fuerte raigambre cultural de la MTM, señalaba que una vez que el Estado mexicano expandiera la biomedicina a todos los rincones del país, la medicina tradicional dejaría de practicarse y todos los mexicanos acudiríamos a la medicina moderna para atender nuestros padecimientos. Aguirre ponía el acento en los costos de acceso y en las dificultades de la expansión del sistema, y no en la cultura y la tradición médica mexicana, aunque reconociera lo que llamaba "el fuerte componente emocional" de ésta. Esa misma premisa le llevó a "prever la revaloración en un futuro inmediato de las plantas medicinales nativas, y concomitantemente, la posibilidad de recuperar la herencia imponderable de la sabiduría india, acumulada a través de centurias y milenios de pruebas y experimentación empíricas, como una forma práctica, barata y eficaz de atención primaria en el campo y en la ciudad" (Aguirre Beltrán, 1986: 191). Muchos de los problemas de salud en el país han sido resueltos por la medicina biomédica gracias a sus recursos, técnicas y personal; entre ellos debemos mencionar los enormes recursos disponibles en el segundo y tercer nivel de atención, conformado por un amplio complejo de hospitales, laboratorios e instituciones de enseñanza e investigación, así como por su marco jurídico-legal, políticas públicas y presupuestos. Grandes reconocimientos se le han dado -y deben dársele- al salubrismo mexicano, a la fuerte tradición de la medicina familiar, a la labor de los institutos nacionales de salud y a las políticas de la seguridad social universal. Renglón fundamental en la política de salud pública fue la expansión de los recursos de la Atención Primaria de la Salud, uno de cuyos logros más significativos fue la creación del Programa IMSS-Coplamar y la construcción y operación, entre 1979 y 1981, de 3 025 Unidades Médicas Rurales y de 60 Hospitales Rurales "S" que calaron muy hondo en el espacio rural, indígena y campesino de México. Son logros innegables, pero la predicción de Aguirre Beltrán no se ha cumplido. La medicina tradicional y la medicina doméstica mexicanas siguen presentes a lo largo y ancho del territorio nacional, en las localidades rurales, semiurbanas y urbanas del país, y en su muy poblada capital y área conurbada, la Ciudad de México. Una de las explicaciones de la persistencia y vitalidad de la medicina tradicional y su más importante recurso terapéutico, la flora medicinal, es que precisamente en esta región se desarrolló y floreció una de las culturas y sociedades más deslumbrantes y significativas no sólo de Mesoamérica sino de todo el hemisferio occidental: los pueblos de habla náhuatl que habitaron las antiguas y populosas urbes del México central. Es por ello también que la mayoría de los autores y las fuentes que refieren el uso de la herbolaria medicinal en México, lo hacen respecto a las plantas medicinales del altiplano central o la cuenca de México que fueron utilizadas tanto por las culturas que aquí se desarrollaron como por las de otros pueblos originarios vecinos: otomíes, matlatzincas, purhépechas, etcétera. En los siglos xiii a xvi d.n.e. (periodos clásico y postclásico) ya hubo producción de códices y otros materiales en donde la cultura náhuatl consignó pictográficamente sus conocimientos y usos de las plantas medicinales; después vinieron los materiales de origen colonial, del siglo XVI, escritos por Martín de la Cruz y Juan Badiano, Francisco Hernández, Bernardino de Sahagún, Juan de Cárdenas, Alonso López de Hinojosos, Gregorio López y Agustín Farfán, entre otros, los cuales en su mayoría contienen información sobre la flora medicinal del centro de México, asiento de las ciudades de México-Tenochtitlan y Tlatelolco, y ya después de la Ciudad de México. Desde las Cartas de relación, de Hernán Cortés, hasta los recientes trabajos de Linares, Flores y Bye es posible observar la consistencia de las estructuras y funciones de los tianguis y mercados que no sólo acopiaron, comercializaron y distribuyeron las especies medicinales nativas, y más tarde, también las introducidas, sino que prolongaron tradiciones informativas orales sobre sus usos, posologías o vías de administración del más abundante, conocido y accesible recurso terapéutico de la medicina tradicional mexicana. En el siglo XVIII Un nuevo conjunto de estudiosos y proyectos se ocupa de la enorme presencia de las plantas medicinales de México y, aunque despliegan esfuerzos en muchos puntos del territorio en ese entonces denominado Nueva España, privilegian el estudio de la flora de la región central del país. Antonio Alzate, Vicente Cervantes, Martín Sessé, José Mariano Mociño, Vicente Cervantes y Luis Montaña, entre otros, realizan la producción bibliográfica más notable de este periodo. A mediados del siglo xix aparece la primera Farmacopea mexicana y, a finales del mismo, el Instituto Médico Nacional (IMN) se ocupa de recuperar la información existente en el país sobre la flora medicinal de México, realiza estudios formales de química, las primeras experiencias de farmacología, toxicología, experimentación y clínica, con la perspectiva de establecer sobre tales bases una industria farmacéutica y una medicina nacionales. Para ello producen, de manera prolija, una gran cantidad de análisis, estudios y reportes que configuraron, entre otros grandes productos, varias ediciones de la Farmacopea nacional. El propósito del IMN incluyó también el estudio de animales, minerales, aguas y climas. En esta historia figuran Fernando Altamirano, Alfonso Herrera, José Ramírez, Manuel Villada, Juan Martínez del Campo, Nicolás León, Leopoldo Flores, Carlos Reiche y José Terrés, principalmente, a los cuales podemos agregar los nombres de Francisco del Paso y Troncoso y Francisco Flores. En el siglo xx la actividad sobre el tema que nos ocupa fue mucho más amplia que en el siglo precedente. Las referencias a la medicina tradicional y a las plantas medicinales en la cuenca central y en la Ciudad de México se producen a manos de antropólogos, historiadores, botánicos y médicos, entre otros estudiosos, tanto nacionales como extranjeros. En la primera mitad de este siglo la producción escrita se hizo mayoritariamente en el marco de instituciones como el Instituto Médico Nacional ya mencionado para el siglo anterior, la Dirección de Estudios Biológicos, la Universidad Nacional Autónoma de México y el Instituto Politécnico Nacional; destacan personajes como Nicolás León, Alfonso Herrera, Maximino Martínez, Luis G. Cabrera, por mencionar sólo algunos. En la segunda mitad del siglo xx, sobre todo en las últimas tres décadas, se produjo un fuerte impulso a este tipo de estudios. En esa época destaca la presencia de proyectos muy significativos* como el del Instituto Mexicano para el Estudio de las Plantas Medicinales (Imeplam), los estudios en diversos planteles de la UNAM, del Instituto Politécnico Nacional (IPN), de la Universidad Autónoma Chapingo (UACH), del Instituto Nacional de Investigaciones sobre Recursos Bióticos (Inireb), del Instituto Mexicano de Investigaciones Químico Vegetales (Imiquive), de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), el Instituto Nacional Indigenista (INI), la Dirección General de Culturas Populares (DGCP-Conaculta) y de muchas otras entidades que llevaron a cabo actividades de investigación, análisis de componentes, promoción, difusión e impulso a la aplicación de la medicina tradicional y la herbolaria medicinal mexicana, ahora con el auxilio de disciplinas como la etnobotánica, la etnohistoria y la antropología médica, y con una nueva relación de los investigadores con los terapeutas tradicionales. Fue en el ámbito del Instituto Nacional Indigenista en el que, entre 1989 y 1994, se elaboró el proyecto de investigación que dio origen a la Biblioteca Nacional de la Medicina Tradicional, compuesta hacia 1994 por cinco títulos. 1) La medicina tradicional de los pueblos indígenas de México. 2) Diccionario enciclopédico de la medina tradicional mexicana. 3) Atlas de las plantas de la medicina tradicional mexicana. 4) Flora de la medicina tradicional mexicana. 5) Nueva bibliografía de la medicina tradicional mexicana. Si bien muchos de los estudios hasta aquí señalados fueron hechos en la Ciudad de México o en áreas circunvecinas, como las poblaciones del Altiplano central, el Valle de México, la Cuenca de México o la Sierra Nevada, tal como son referidos en la literatura sobre el tema (Argueta y Zolla, 1994; Zolla, Argueta y Mata, 2009), es en este último periodo cuando se elabora un primer estudio específico sobre la presencia de la medicina tradicional en la Ciudad de México, entre los pacientes que asistían al pabellón 29 del Hospital General de la Secretaría de Salud, escrito por María del Carmen Anzures y Bolaños (1976), como parte de su tesis de maestría en antropología, y muy poco después aparece otro, de Roberto Campos y Joel Cano (1979), como tesis de especialidad en medicina familiar. Subrayamos la importancia de ambos trabajos porque dan cuenta, desde sus respectivas disciplinas, de la presencia de la medicina tradicional mexicana, no en las remotas regiones de refugio del campo mexicano, ni entre los pueblos indígenas de las pequeñas comunidades corporativas cerradas, sino en los pacientes urbanos del importantísimo Hospital General enclavado en la colonia Doctores, en el D.F. Como bien lo señala Anzures "la realidad es que la medicina tradicional se practica también en las grandes ciudades" (1983: 139), y agrega: "Sería necesario hacer un censo de estos médicos tradicionales aquí en la capital, para darse cuenta de su número, ubicación fija o móvil, personas que acuden a ellos, resultados que se obtienen, qué usan, etc." (1983: 140). La orgullosa ciudad capital se erige, en las décadas finales del siglo xx, como cumbre del perfil urbano del país, dejando atrás el mundo rural ante el cual se plantea en cierto sentido como un mundo opuesto y antagónico: la ciudad se atiende con medicina alópata y el campo sigue usando plantas medicinales. Esto al menos en el imaginario social de numerosos profesionistas, planificadores y políticos que postulan una modernidad excluyente (Bonfil Batalla, 1987). Se trata de modelos médicos histórico-culturales que no sólo han persistido (las medicinas tradicional y doméstica) sino de otros que se abren paso bajo la nueva impronta de la globalización (las llamadas medicinas alternativas y complementarias). Campos y Cano, quienes estudiaron la presencia de la medicina tradicional y la automedicación entre 50 madres de familia que asisten a consulta a la Clínica 25 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), ubicada en la calzada Ignacio Zaragoza, al oriente de la Ciudad de México, encontraron que éstas hacen "un uso alternativo y complementario de recursos provenientes de la medicina popular-tradicional" (Campos y Cano, 1979), en donde las plantas medicinales tienen un papel de primera importancia. Después de dichos estudios pioneros se han llevado a cabo nuevos trabajos, bajo diversos enfoques y metodologías, como los de Álvarez Cordero, de la Rosa y Suárez Zamudio (1984), Bye y Linares (1987), Linares, Flores y Bye (1988), Campos Navarro (1990 y 1993) y otros subsiguientes que, sin embargo, como lo señala el propio Campos, siguen siendo estudios escasos y puntuales, para el tamaño y diversidad del tema en la gran ciudad. Denominada Ciudad de México, la capital de México es un conjunto que, de acuerdo con cifras oficiales, alberga a 8 851 080 habitantes, pero con un continuum que incluye a más de 60 municipios conurbados del Estado de México, para un total registrado de 20 137 152 habitantes (INEGI, 2010). La Ciudad de México es una de las 32 entidades federativas del país. Posee una superficie de 1 400 kilómetros cuadrados, que es la décima parte de la Cuenca de México, de los cuales un poco más de 50 por ciento es espacio rural con presencia de grandes áreas de vegetación natural y transformada, en donde se desarrollan actividades agrícolas, pecuarias y lacustres. En esta gran área hay 318 mercados fijos, grandes, medianos y pequeños, pero todos cuentan con una sección de plantas medicinales. Son diferentes a los "mercados sobre ruedas" de carácter itinerante, en donde también se expenden plantas medicinales. Uno de esos "tianquiz" -como también se les denomina, recordando el nombre náhuatl de los mercados que asombraron a Cortés y a los cronistas de los siglos xvi y xvii- es el gran complejo denominado Mercado de Sonora-La Merced, centro nacional de acopio y distribución de plantas medicinales, tanto del país, como del extranjero. Ahí y al resto de los mercados concurren a vender y a comprar los recolectores, los cultivadores, los curanderos, los revendedores y los distribuidores, así como los usuarios interesados en obtener consejo y adquirir plantas para ellos mismos. Hoy existen en la Ciudad de México, y en todo el país, nuevos procesos de recolección y cultivo, nuevas formas de procesamiento, de empaque, presentación y modos de comercialización. Las plantas parecen seguir siendo las mismas, pero ahora se les maneja y aprecia de manera distinta. Actualmente preocupa mucho a los recolectores la disminución de las poblaciones silvestres; hay varios casos documentados sobre la recolección intensiva de algunas especies, fenómeno que ha propiciado la desaparición de poblaciones enteras. Es posible registrar también otras modalidades de cultivo intensivo y extensivo de muchas especies, incluso bajo principios de producción y procesamiento orgánicos. Desde hace varias décadas se ha impulsado la elaboración de extractos acuosos y alcoholatos, que permiten un mejor manejo y conservación de las sustancias útiles de las plantas. Ya despuntaron desde hace más de diez años las etiquetas y marcas, algunas incluso con registro en la Secretaría de Salud, lo que añade confianza al consumo, consolidándose nuevas formas de presentación y de comercialización mediante pedidos de dentro y fuera del país (Argueta, Zolla y cols., 2012). Asimismo, existen nuevos centros de salud y clínicas de medicina tradicional apoyados por el Gobierno de la Ciudad de México por conducto de la Secretaría de Desarrollo Rural y Equidad para las Comunidades (Sederec), tendencia que muestra las posibilidades de una participación institucional más articulada, planificada y consistente. Muchas de las actividades anteriores se han realizado sobre la base de una nueva presencia de los médicos tradicionales organizados en asociaciones civiles o por medio de centros de trabajo, al mismo tiempo que sobre nuevos marcos legales como la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (artículo 2, inciso B, fracción III), la Ley General de Salud (artículo 3, fracción VI bis y artículo 93), así como en buena parte de las constituciones de las entidades federativas y en las leyes de salud, cultura o derechos humanos e indígenas. Respecto a este punto habría que recordar que los médicos tradicionales han insistido, cada vez que se les convoca para hablar sobre el tema y se tiene la disposición de escucharles, en las demandas del reconocimiento y la legalización de su práctica médica. Desde el Congreso Indigenista Interamericano de Pátzcuaro de 1940 hasta el Encuentro para el diálogo de saberes sobre la medicina tradicional y la herbolaria en la Ciudad de México (Casa Frissac, Tlalpan, mayo 2011), pasando por el Primer Congreso Indígena "Fray Bartolomé de las Casas" (Chiapas, 1974), el Primer Congreso Nacional de Médicos Tradicionales Indígenas (Oaxtepec, 1989), la reunión sobre "Reconocimiento y Legalización de la Medicina Tradicional" (Pátzcuaro, 1990), y el II Congreso Nacional y I Encuentro Continental de Médicos Tradicionales Indígenas (Palacio de la Escuela de Medicina, Ciudad de México, 1992), en todos los casos señalan como prioridad el tema, sobre el que mucho se ha avanzado pero también se ha retrocedido de alguna manera en esta última década (Argueta, Zolla y cols., 2012). Este largo recuento nos lleva a algunas reflexiones finales: El gran acervo de información sobre la MTM y el conocimiento y uso de las plantas medicinales y la medicina tradicional de la región en que hoy se ubica la Ciudad de México, privilegiada por su cultura y su biodiversidad, contrasta con el hecho de que no contamos con una revisión sistemática sobre los recursos médicos y herbolarios de esta zona central del país, actualizada permanentemente. La fuerte vigencia de la MTM y las plantas medicinales en la Ciudad de México no es motivada solamente por la presencia de la población rural o semirural de la región, sino que se ha demostrado que cada vez es más utilizada por la población urbana que, para atender sus problemas de salud, consulta al mismo tiempo al médico que al curandero e incluso al hierbero, al huesero o al sobador. La base de esa fuerte presencia es el pueblo con su cultura y las plantas con sus raíces, tan persistente una como resilientes las otras. Sólo mediante la comprensión de la MTM como parte del núcleo duro de la civilización mesoamericana puede entenderse su vigencia actual. Al igual que el Atlas de las plantas de la medicina tradicional mexicana (1994) y la Flora medicinal indígena de México (1994), que forman parte de la Biblioteca de la medicina tradicional mexicana, este libro es parte del piso básico de la MTM y tiene como finalidad presentar a los propios curanderos y curanderas del sur y poniente de la ciudad, una imagen digna de sus saberes y usos tradicionales. Ellos son los coautores de este libro y en su nombre, el de sus parientes cercanos y lejanos, ascendientes y descendientes, damos a la imprenta esta obra colectiva sobre saberes compartidos, para seguir siendo utilizados como hasta hoy, sin apropiación privada, sino social y colectivamente. 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