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Array ( [store_id] => 1 [entity_id] => 9762 [entity_type_id] => 4 [attribute_set_id] => 9 [type_id] => simple [sku] => 9789681677398 [has_options] => 0 [required_options] => 0 [created_at] => 2018-08-17T08:08:34-05:00 [updated_at] => 2023-08-26 05:18:34 [name] => SINTAXIS HISTÓRICA DE LA LENGUA ESPAÑOLA. PRIMERA PARTE: LA FRASE VERBAL I-II [meta_title] => SINTAXIS HISTÓRICA DE LA LENGUA ESPAÑOLA. PRIMERA PARTE: LA FRASE VERBAL I-II 9789681677398 libro [meta_description] => SINTAXIS HISTÓRICA DE LA LENGUA ESPAÑOLA. PRIMERA PARTE: LA FRASE VERBAL I-II 9789681677398 libro [image] => 9789681677398.jpg [small_image] => 9789681677398.jpg [thumbnail] => 9789681677398.jpg [url_key] => sintaxis-historica-de-la-lengua-espanola-primera-parte-la-frase-verbal-i-ii-9789681677398-libro [url_path] => sintaxis-historica-de-la-lengua-espanola-primera-parte-la-frase-verbal-i-ii-9789681677398-libro.html [image_label] => SINTAXIS HISTÓRICA DE LA LENGUA ESPAÑOLA. PRIMERA PARTE: LA FRASE VERBAL I-II [small_image_label] => SINTAXIS HISTÓRICA DE LA LENGUA ESPAÑOLA. PRIMERA PARTE: LA FRASE VERBAL I-II [thumbnail_label] => SINTAXIS HISTÓRICA DE LA LENGUA ESPAÑOLA. PRIMERA PARTE: LA FRASE VERBAL I-II [author] => Concepción Company Company [number_pages] => 749 [size] => 23 x 17 x7.5 [finished] => Pasta dura [isxn] => 9789681677398 [weight_mb] => 2.53 [edition_data] => 1a reimpresión de la 1a edición, año de reimpresión -2017- [topic] => Lingüística [price] => 760.0000 [weight] => 2.5300 [manufacturer] => 3139 [status] => 1 [visibility] => 4 [tax_class_id] => 2 [format] => 20 [year_edition] => 3325 [pap_provider] => 3366 [description] => La publicación de este libro viene a llenar un vacío científico en nuestra gramática histórica y también en la filología hispánica general, ya que se constituye la primera Sintaxis histórica de la lengua española, concebida como una sintaxis histórica de referencia para nuestra lengua.
En esta primera parte, en dos volúmenes, el lector podrá encontrar una información minuciosa y jerarquizada de los diferentes aspectos sintácticos y semánticos relativos a la diacronía del verbo y a las relaciones que éste construye en el sintagma verbal: el proceso de conformación del actual paradigma verbal, la evolución de los objetos, de la bitransitividad, de los complementos no nucleares, de la negación, la conformación histórica de algunas clases verbales, los diferentes ángulos formales y semánticos de la voz media, cambios de orden, la diacronía de algunos adverbios, el ya clásico problema del leísmo y sus correlatos, la auxiliarización de algunos verbos, etcétera.
Este libro está pensado como una obra de investigación y consulta dirigida a investigadores, profesores y a estudiantes universitarios, así como a un público más abierto interesado en acercarse, de manera general, a la evolución sintáctica del español o, en particular, en conocer aspectos puntuales de la sintaxis de nuestra lengua en épocas antiguas. Por ello una constante expositiva de esta Sintaxis histórica de la lengua española es la descripción pormenorizada de las construcciones, sustentada en una abundante ejemplificación de corpus, y no en el planteamiento de los posibles problemas teóricos subyacentes a los comportamientos sintáctico-semánticos.
La base documental de esta obra comprende diez siglos de historia de nuestra lengua, desde las Glosas silenses y emilianenses hasta textos escritos y orales del siglo xx. Los 15 capítulos que integran esta primera parte contienen una descripción detallada del español medieval así como los antecedentes latinos de las formas o construcciones objeto de estudio, y muchos de ellos rastrean la evolución histórica de los fenómenos en periodos posteriores y llegan incluso hasta el español contemporáneo.
Tiene ahora el lector en sus manos un libro que le permitirá conocer mejor el acontecer sintáctico histórico de nuestra lengua. [short_description] => La publicación de este libro viene a llenar un vacío científico en nuestra gramática histórica y también en la filología hispánica general, ya que se constituye la primera Sintaxis histórica de la lengua española, concebida como una sintaxis histórica de referencia para nuestra lengua.
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Este libro está pensado como una obra de investigación y consulta dirigida a investigadores, profesores y a estudiantes universitarios, así como a un público más abierto interesado en acercarse, de manera general, a la evolución sintáctica del español o, en particular, en conocer aspectos puntuales de la sintaxis de nuestra lengua en épocas antiguas. Por ello una constante expositiva de esta Sintaxis histórica de la lengua española es la descripción pormenorizada de las construcciones, sustentada en una abundante ejemplificación de corpus, y no en el planteamiento de los posibles problemas teóricos subyacentes a los comportamientos sintáctico-semánticos.
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Nació en Madrid, España, el 8 de diciembre de 1954. Estudió la licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas, así como la maestría y el doctorado en Letras (Lingüística Hispánica) en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Es mexicana por naturalización desde 1978.
[toc] => VOLUMEN 1
Es autora de ocho libros y editora de veintisiete, además de haber escrito más de cien artículos especializados y ponencias múltiples en congresos. Entre sus obras destacan La frase sustantiva en el español medieval. Cuatro cambios sintácticos (1991); Documentos lingüísticos de la Nueva España (1994); Léxico histórico del español de México, en coautoría con Chantal Melis (2002), y los siete tomos de la Sintaxis histórica de la lengua española: La frase verbal (2006), La frase nominal, (2009) y Adverbios, preposiciones y conjunciones. Relaciones Interoracionales (2014). Sus áreas de trabajo son la sintaxis histórica, la filología y la teoría del cambio gramatical. Es investigadora del Instituto de Investigaciones Filológicas y profesora de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel III, así como de los consejos editoriales del Journal of Historical Linguistics, Revista de Filología Española, Nueva Revista de Filología Hispánica, Revista de Historia de la Lengua Española, Transactions of the Philological Society, Boletín de Filología, entre otras. Forma parte de la Junta de Gobierno de El Colegio de México desde 2010.
En 1992 recibió el Premio Universidad Nacional para Jóvenes Académicos; en 1995 el Premio Nacional de Lingüística Wigberto Jiménez Moreno; en 2012 le fue otorgado el Premio Universidad Nacional en Investigación en Humanidades; en 2015 fue nombrada vicepresidenta de la Asociación Internacional de Historia de la Lengua Española y, en 2016, Investigadora Emérita de la UNAM. Preside desde el 2007 la Comisión de Lexicografía de la Academia Mexicana de la Lengua, de la que es miembro de número desde el 10 de noviembre de 2005. Ingresó a El Colegio Nacional el 23 de febrero de 2017. Su discurso de ingreso, Los opuestos se tocan. Indiferencias y afectos sintácticos en la historia del español, fue contestado por Miguel León-Portilla.
Advertencia editorial IX
Introducción, por Concepción Company Company XI
Parte I. El paradigma verbal
CAPITULO I. Valores verbales de los tiempos pasados de indicativo y su evolución, por José G. Moreno de Alba 5
CAPITULO 2. Las formas verbales subjuntivas. Su reorganización
modo-temporal, por Alexandre Veiga 95
CAPITULO 3. Tiempos de formación romance I. Los tiempos compuestos, por Patrizia Romani 243
CAPITULO 4. Tiempos de formación romance II. Los futuros y condicionales, por Concepción Company Company 349
Parte II. Los argumentos del verbo
CAPITULO 5. El objeto directo. La marcación preposicional, por Brenda Laca 423
CAPÍTULO 6. El objeto indirecto, por Concepción Company Company 479
CAPITULO 7. La bitransitividad, por Rosa María Ortiz Ciscomani 575
CAPITULO 8. Leísmo, laísmo y loísmo, por Marcela Flores Cervantes 671
Índice de contenidos del volumen 1 XXXV
VOLUMEN 2
Parte III. Voz media y diátesis 755
CAPITULO 9. El clítico se. Valores y evolución, por Sergio Bogard 875
Parte IV. Algunas clases de verbos 971
CAPITULO 10. Verbos de movimiento. La formación de los futuros perifrásticos, por Chantal Melis 1055
CAPÍTULO 11. Verbos causativos, por Milagros Alfonso Vega
CAPITULO 12. Posesión y existencia. La competencia de haber y tener y haber existencial, por Axel Hernández Díaz 1165
Parte V. Otros cambios en la frase verbal 1253
CAPÍTULO 13. La expresión de la negación, por Bruno Camus Bergareche 1339
CAPITULO 14. Los complementos locativos, por José María García-Miguel
CAPITULO 15. Cambios en la colocación de los pronombres átonos, por Dorien Nieuwenhuijsen
Índices
Corpus base en orden cronológico XLIX
Corpus base en orden alfabético LV
Índice de autores y obras citados LXI
Índice de materias XLVII
Índice de contenidos de los volúmenes 1 y 2 CXIII [free_reading] => ADVERTENCIA EDITORIAL Las referencias bibliográficas en texto remiten a la página, excepto ciertas gramáticas clásicas con numerosas ediciones -como, por ejemplo, la de Bello- a las que se remite por parágrafo para facilitar la consulta en cualquiera de las posibles ediciones. Cuando en las referencias bibliográficas hay dos fechas separadas por una barra inclinada, la primera fecha corresponde a la primera edición y la segunda a la edición manejada por el investigador; ejemplo: Bello (1847/1984), Menéndez Pidal (1926/1950). La ficha en las referencias bibliográficas siempre corresponde a la segunda fecha. Si en las referencias bibliográficas hay dos fechas separadas por un guión, ello significa que el inicio y fin de edición de la obra se realizó en el lapso indicado por las dos fechas; ejemplo: Meyer-Lübke (1890-1906), Corominas (1980-1983), Allen y Greenough (1888-1903). Las referencias de los ejemplos, como es usual en gramática histórica, dan la información que proporciona la edición crítica en cuestión, jerarquizada de mayor a menor, con el fin de que el lector pueda ubicar rápidamente el ejemplo en la edición de referencia; las opciones pueden ser varias: verso (Cid, 587), número de estrofa y verso (LBA, 214c), página (Calila, 123), página y línea (Zifar, 122.16), página y columna (Montería, 99b), página, línea y columna (GEII, 344.15a), auto o acto y página (Celestina, IX.223), año, número de documento y página cuando se trata de documentos de carácter notarial (DLNE, 1587, 78.197), etcétera. Las referencias bibliográficas en texto y notas se indican con el apellido del autor y el año; en caso de referencias a varios autores, estas aparecen ordenadas en estricto orden alfabético por el apellido del autor y no por la fecha de publicación de la obra. En el empleo de porcentajes se ha evitado en la mayoría de los casos, para comodidad de lectura, el uso de decimales, subiendo la fracción en cuestión al entero siguiente o bajándola al entero anterior, según que rebasara o no el 0.5 del entero en cada ocasión. Se respetan los decimales cuando el porcentaje es menor a 1% y cuando el investigador consideró que el mantenimiento de fracciones ayudaba a una mejor comprensión del fenómeno. El signo * se emplea con dos valores ligeramente distintos, uno corresponde a la tradición de la gramática sincrónica y significa `agramaticar o 'inaceptable', el otro sentido corresponde a la tradición de la gramática comparada y significa 'forma no documentada' o 'forma reconstruida'. He creído innecesario generar un símbolo adicional ajeno a alguna de las dos tradiciones, ya que los dos sentidos son suficientemente dispares, de manera que los contextos de redacción en que se emplean difícilmente convergen. El corpus base empleado por el investigador, que se consigna al final de cada capítulo bajo el apartado "Corpus bibliográfico", aparece siempre en orden cronológico, el "Corpus adicional", cuando hay, se consigna en orden alfabético. Un paréntesis con una flecha larga dentro del texto remite al capítulo donde ese fenómeno también está abordado, desde el ángulo temático del capítulo en cuestión, por ejemplo (- Capítulo 9). Muchos de los capítulos contienen tanto cuadros como esquemas: los primeros remiten a información cuantitativa numérica de frecuencias relativas de uso; los segundos son un concentrado informativo que no contiene información cuantitativa. INTRODUCCIÓN 1, LOS ANTECEDENTES Hasta hace relativamente poco tiempo, la lingüística histórica se había mantenido, en términos generales, como una disciplina un tanto aislada, al margen de las grandes corrientes teóricas de la Lingüística. Este aislamiento no fue gratuito y se debió tanto a los objetivos y planteamientos de la mayoría de teorías lingüísticas estructuralistas, cuanto a las peculiaridades del quehacer propio de la lingüística histórica. Tal aislamiento fue responsable, en parte, como veremos, de que a la fecha no existiera una sintaxis histórica de la lengua española. Los diversos enfoques estructuralistas, incluidos los acercamientos generativistas, difícilmente pueden dar cuenta del hecho fundamental de que la esencia de las lenguas es su constante transformación imperceptible. El estructuralismo, en cualquiera de sus corrientes, ponía énfasis en la estaticidad del sistema lingüístico y desarrolló enormemente, en consecuencia, estudios de naturaleza sincrónica, soslayando un problema central a la lengua, aunque, en efecto, de difícil solución: cómo conciliar la rigidez instantánea y acrónica del sistema con el hecho básico de que una lengua cambia constante e imperceptiblemente. La consecuencia natural del conflicto entre estaticidad y dinamicidad fue que las disciplinas de variación se acercaron a los cambios lingüísticos con una óptica sincrónica: durante mucho tiempo no fue posible un análisis procesual de los cambios lingüísticos, un análisis del cambio como transformación, sino que el foco de estudio fue necesariamente el cambio como cambio cumplido, esto es, se estudiaba un problema dado en un texto antiguo -que se suponía representaba un estado de lengua en sí mismo cerrado y bien formado-, o bien en textos cronológicamente sucesivos, cuyo tratamiento reflejaba, sin embargo, una descripción de sincronías sucesivas, más que un análisis de evolución lingüística propiamente. De ahí que, consecuentes con este sincronismo, muchos de los estudios históricos de nuestra lengua realizados en el siglo XX son en realidad gramáticas comparadas que podrían denominarse sincrónicas, con un estado inicial, el latín, y un estado posterior, el español antiguo, considerado en su totalidad, y ambos concebidos en sí mismos como sincronías cerradas. Merece la pena traer a colación aquí un par de conocidos trabajos estructura-listas, uno del lado americano otro del lado europeo, que muestran bien el privilegio de que gozó la sincronía de las lenguas y el sincronismo mismo de la lingüística histórica durante buena parte del siglo xx, con un profundo distanciamiento entre sincronía y diacronía en ese tiempo. Por una parte, el artículo de Bloomfield "A set of postulates for the science of language" (1926/1970), seminal, a mi modo de ver, para el desarrollo del estructuralismo, refleja bien el carácter ácrano y la estaticidad que privilegiaron la lingüística por mucho tiempo y el consecuente escaso avance de los análisis diacrónicos; por ejemplo, su postulado número 14.3 de que "las formas de una lengua son finitas en número" (p. 131) supone una visión instantánea, totalmente abarcadora y estática del sistema lingüístico, sin dejar resquicio alguno para incremento o disminución de formas y construcciones o sin resquicio alguno para que la lengua cambie. Por otra parte, el artículo de Coseriu "Language change does not exist" (1983) refleja bien el sincronismo de los análisis evolutivos. El autor intenta aportar una solución al conflicto entre la simultánea estaticidad y el dinamismo inherentes a las lenguas, eliminando el concepto mismo de cambio lingüístico y enfatizando, por tanto, el análisis sincrónico de las lenguas; no hay transformación, no existe continuidad entre estados de lengua sucesivos, ya que un cambio es "emergencia o creación de situaciones culturales nuevas", de ahí que formulaciones del tipo 2 > s > x serían, en opinión del autor, extremadamente simplificadoras, ya que una forma no se modifica dando lugar a otras, sino que en cada "cambio" se crea, emerge, una nueva forma, y en última instancia un nuevo estado de lengua, de manera que no existe el cambio lingüístico sino sólo la operatividad sincrónica de los sistemas. Otros muchos trabajos de estos dos autores, hay que decirlo, incorporaron, no obstante esos planteamientos teóricos, análisis dinámicos donde sincronía y evolución conviven, borrándose los límites entre una y otra, como, por ejemplo, los varios trabajos de Bloomfield sobre la morfofonémica del menomini, o los libros y artículos teóricos de Coseriu sobre la lengua como una actividad, energeia, y no un ergon o producto acabado. El aislamiento en que por largo tiempo estuvo la lingüística histórica respecto de las grandes corrientes teóricas del estructuralismo se debió sin duda también al quehacer propio de esa disciplina, ya que él escapa de manera natural a la mayoría de postulados y dicotomías del estructuralismo, de manera que por décadas se dio una escisión tajante entre sincronía y diacronía, la cual provocó el retraimiento de los estudios diacrónicos, muy especialmente los de sintaxis histórica. Por mucho tiempo la lingüística teórica pasó por alto que la variación es el estado natural de los sistemas lingüísticos. Unos cuantos ejemplos serán suficientes. La dicotomía saussureana lengua-habla, o sistema-uso, o, con implicaciones adicionales, competencia-actuación, generó un quiebre, una separación profunda entre la lingüística sincrónica y la diacrónica. Dado que el objeto de estudio de la lingüística debe ser la lengua, el sistema en su totalidad, y dado que el cambio lingüístico tiene su origen en el habla, en la realización de un hablante individual, el estudio del cambio se vuelve automáticamente un tipo de disciplina peculiar, que no puede plantearse como objeto de estudio el sistema mismo, sino hechos particulares del uso lingüístico. A ello se aúna el hecho señalado por la mayoría de estudiosos (Martinet 1955/1970:34; Meillet 1913/1965:24; Paul 1921/1968:19) de que el cambio lingüístico no opera sobre el sistema en su totalidad, y ni siquiera sobre construcciones sintácticas completas, sino que actúa sobre partes mínimas o elementos aislados de este. Lo paradójico es que el sistema globalmente es el que posibilita o ejerce presión para que ese elemento cambie, a la vez que las consecuencias del cambio sí repercuten en el sistema total, ya que de alguna manera siempre lo reestructuran. La evolución de una lengua es una constante interacción entre el elemento aislado que cambia y el sistema que restringe y guía los cambios posibles; como señalaba Jakobson (1973:22) "la diacronía coexiste en la sincronía" o, lo que es lo mismo, no es posible realizar una distinción tajante entre sincronía y diacronía. El divorcio entre sincronía y diacronía llegó a tal punto con el estructuralismo que por mucho tiempo los análisis sincrónicos solían pasar por alto que la consecuencia natural de los cambios lingüísticos es que formas innovadoras y formas conservadoras -o, más precisamente, valores-contextos innovadores y valores-contextos conservadores- suelen convivir por siglos creando una permanente y compleja variación sincrónica que constituye el funcionamiento normal de las lenguas. A su vez, los análisis diacrónicos solían muchas veces pasar por alto en el planteamiento de los cambios que es el propio sistema el que condiciona y equilibra el alcance, impacto y dirección de esos cambios. El hecho de que el cambio lingüístico tenga su origen en el habla, en la realización, permite entender por qué en los últimos años los análisis diacrónicos, particularmente aquellos enfocados en procesos de gramaticalización, han incorporado de manera consistente la pragmática, atendiendo cuestiones tales como las valoraciones del hablante, sus inferencias, sus necesidades comunicativas o su interacción con el oyente, ya que ellas permiten una mejor comprensión de las motivaciones del cambio lingüístico. Consecuente también con la estrecha relación entre cambio y realización está la incorporación de las frecuencias relativas de uso de las formas como parte esencial del análisis diacrónico, y también de otras disciplinas variacionistas como la dialectología, frecuencias de uso que consistentemente eran pasadas por alto, e incluso despreciadas, como poco importantes o irrelevantes en la mayoría de los análisis estructuralistas. Estrechamente relacionada con la dicotomía lengua-habla está la controvertida distinción entre origen y difusión del cambio. El primero atañe siempre al habla, el cambio se origina en el hablante individual, la segunda atañe a la lengua, a su difusión en una comunidad lingüística, pero, paradójicamente, sólo la difusión del cambio es metodológicamente observable y analizable, y de hecho sólo es cambio, dialectal o histórico, cuando se ha difundido en la comunidad o a través de generaciones. Una solución estructuralista a tal controversia fue eliminar la distinción entre origen y difusión del cambio: "el cambio es su difusión" (Weinreich, Labov y Herzog 1968), y con ello el objeto de estudio de la lingüística histórica podía situarse en la lengua, en el sistema, y no en el habla, de manera que una disciplina aislada como era la lingüística histórica podía participar de los mismos objetivos del análisis sincrónico estructuralista. Esta propuesta constituyó un avance indudable, sin embargo, lo cierto fue que el análisis diacrónico de las lenguas se siguió manteniendo como una disciplina de artículos aislados, mal insertados en las teorías estructuralistas. Otros trabajos han intentado también conciliar esta problemática distinción entre origen y difusión postulando que en los procesos de cambio existe un punto de quiebre inobservable, una "mano invisible" (Keller 1985), entre el individuo que origina el cambio y el sistema que lo repercute y lo difunde. Asimismo, la distinción entre reanálisis y actualización del reanálisis (Timberlake 1977) -el primero concerniente al individuo, la segunda al sistema- intentó aportar una solución conciliadora. También la idea de que el cambio lingüístico es, en esencia, la generalización o socialización de inferencias discursivas individuales de base metonímica-metafórica, obtenidas por asociaciones recurrentes con determinados elementos del discurso (Traugott y Dasher 2002 y numerosas referencias ahí citadas), construye sin duda un puente para el quiebre teórico entre origen y difusión del cambio. Igualmente, el peso del conocido postulado saussureano de que "la langue est un systéme oú tout se tient" constituyó un lastre para el desarrollo de los estudios de variación, ya que él impide a priori concebir el cambio como un hecho dinámico e impide también la comparación como método básico para el análisis lingüístico. Existe, por un lado, el problema de que si un sistema está en equilibrio perfecto, entonces ¿cuál es la necesidad de que cambie? Por otro lado, si un sistema es "oil tout se tient" no tiene sentido la comparación: será igualmente infructuoso comparar dos estados de lengua, que dos dialectos emparentados, que dos lenguas genéticamente distantes, pues en todos los casos la comparación no sirve para nada. En efecto, si un elemento se define por sus relaciones con los demás dentro de un sistema, al cambiar este, el elemento será ya otro, y por lo tanto se destruye la base para la comparación, se destruye el concepto mismo de cambio lingüístico como algo dinámico, y se destruye también la comparación como el método básico de las disciplinas lingüísticas que operan con variación. La lingüística histórica escapaba también de manera natural a otros principios y objetivos estructuralistas, tales corno la autonomía de los niveles de análisis o la búsqueda y formulación de reglas o generalizaciones, principios que en buena medida coadyuvaron al aislamiento de los estudios diacrónicos. En cuanto al primer principio, la sintaxis histórica, por su propia naturaleza, no puede trabajar con la idea de un nivel sintáctico autónomo, sino que siempre operó con una interacción constante de niveles de análisis; los cambios sintácticos son multicausales por excelencia, de manera que no existen prácticamente cambios sintácticos puros en los que no intervengan motivaciones semánticas, fonológicas o morfológicas. El quehacer en sintaxis histórica se aviene bien con un acercamiento más multidisciplinario, que incorpora, además de los otros niveles de lengua, el uso, la pragmática, e incluso el conocimiento de mundo y los hechos externos no estrictamente lingüísticos, como componentes indispensables del análisis lingüístico. También la búsqueda de reglas y generalizaciones fuertes, objetivo fundamental del estructuralismo, es difícil de lograr en sintaxis histórica. Justamente porque los cambios sólo afectan a partes mínimas de los sistemas lingüísticos y nunca a estos en su totalidad, y dado que la mayoría de los cambios tiene un origen multicausal, un riesgo constante de nuestra disciplina es la atomización y fraccionamiento del análisis lingüístico. Subyacente a la formulación de reglas y generalizaciones está el problema de cuál es el grado de idealización de los datos, sin embargo, el grado de idealización alcanzable es absolutamente distinto en un análisis estructuralista de naturaleza teórica-sincrónica (Hurford 1977) -donde se puede obtener información adicional al corpus e, incluso, se puede prescindir del corpus- que en un análisis diacrónico, que opera necesariamente con datos procedentes de un corpus cerrado y no manipulable. Ello provocó por décadas otro importante divorcio: entre análisis teóricos y análisis procedentes de corpora. Las explicaciones teóricas solían construirse, por lo general, con ejemplos tipo, seleccionados en aislado, construidos ad hoc, usando la competencia del propio lingüista, y no con datos reales inmersos en contexto y surgidos de la lengua en uso; esto es, casi nunca se tomaba en cuenta que el uso real de la lengua es el que constante e imperceptiblemente modela y crea el sistema. A su vez, las disciplinas que necesariamente parten del uso, de la realización, y no de la competencia, como son la lingüística histórica o la dialectología, solían hacer descripciones muy detalladas de los fenómenos lingüísticos, pero sin preocuparse por enmarcar en una perspectiva teórica y tipológica los datos finos, de manera que pudiera encontrar cohesión y generalización la natural atomización que constituye el punto de partida de esas disciplinas. Ante este panorama estructuralista, no es de extrañar el aislamiento de la lingüística histórica y que los estudios diacrónicos siguieran insertos en una perspectiva más filológica que lingüística, un tanto ajenos al fluir de la lingüística general. Todo ello trajo como consecuencia que estuviera por hacerse una sintaxis histórica de nuestra lengua. En los últimos 20 o 25 años, las disciplinas de cambio lingüístico, de manera privilegiada la sintaxis histórica, han experimentado un interesante desarrollo, que ha venido a llenar importantes huecos de información diacrónica, más allá de los problemas clásicos de fonología y reconstrucción, propiciando el estudio de nuevos fenómenos de cambio antes inobservados, y ha venido a poner en perspectiva teórica y tipológica los fenómenos tradicionales de cambio. Este nuevo auge ha venido también, de alguna forma, a equilibrar el estatus privilegiado y casi excluyente de que gozaban los estudios sincrónicos hasta hace muy poco. Varias son las razones de este resurgimiento. Por una parte, el amplio desarrollo en los años setenta-ochenta de la tipología, de la sociolingüística y de los estudios de discurso y pragmática obligaron a ampliar el concepto de gramática, y a incorporar como esenciales al análisis tanto un concepto amplio del significado, cuanto la variación sincrónica, así como la negociación comunicativa que diariamente realizan hablante y oyente y que desemboca en y motiva esa variación. Por otra parte, ha venido dándose en los últimos 20 o 30 años un cierto anti-formalismo en lingüística que ha llevado a la implantación del funcionalismo, en sus diversas corrientes (léxico-funcional, cognitiva, construccional, morfopragmática, etc.), como un marco teórico general de análisis que propone un nuevo concepto de sistema, no cerrado, el cual se comporta como altamente estable y permite sistematizaciones constantes, pero que da cabida también a la ambigüedad, a la redundancia, a la inestabilidad y a las inconsistencias consustanciales a las lenguas naturales (Thom 1983). Al menos tres postulados del funcionalismo encajan a la perfección con la dinámica propia de los cambios lingüísticos y con el análisis que tradicionalmente se hacía en lingüística histórica. Los "nuevos" conceptos de 'sintaxis', de 'significado' y de 'categoría' son claves para entender la reivindicación de las disciplinas de variación. Por un lado, se define la sintaxis como el nivel de "simbolización de los contenidos" (Langacker 1987:cap. 1). Este rango secundario otorgado a la sintaxis supone automáticamente que se trata de un nivel no autónomo y que la semántica es un componente esencial de la codificación lingüística. Pues bien, una posición generalmente aceptada en la lingüística histórica desde los neogramáticos es que los problemas de naturaleza semántica son disparadores fundamentales del cambio sintáctico, de manera que los estudios de sintaxis histórica siempre incorporaron el significado como parte integral de la explicación del cambio sintáctico. Por otra parte, se amplía el concepto de significado: ya no es analizable a partir de condiciones de verdad, ni es una lista cerrada de rasgos componenciales, sino que, se postula, el significado no puede ser estudiado de manera aislada del conocimiento enciclopédico que poseen sus hablantes (Haiman 1980). Significado y conceptualización se equiparan, de manera que a la semántica se incorporan tanto conceptualizaciones establecidas, como nueva construcción de imágenes, también asociaciones metafóricas, el nivel de especificidad o esquematicidad de las formas, y el contexto social además del lingüístico; se acepta que las expresiones lingüísticas son generalmente polisémicas y forman una red de significados, y en consecuencia la polisemia ya no es un problema a resolver -aunque siga siendo el reto de los lexicólogos- sino una característica connatural a los signos lingüísticos. Pues bien, la lingüística histórica siempre operó con un concepto muy amplio de significado, que incluía tanto semántica léxica, cuanto la conceptualización subjetiva del hablante, así como el contexto extralingüístico, la capacidad de los signos de ser empleados icónicamente, además de cuestiones pragmáticas y estilísticas, para poder dar cuenta cabalmente de un aspecto esencial de los signos, a saber, el dinamismo de la relación entre significado y significante y del signo con lo comunicado, así como del hecho esencial de que los significados no son estables ni indisolubles de las formas y que cualquier proceso de cambio supone una dinámica de pérdida y ganancia semántica, en donde las formas entran a nuevos contextos recargándose de nuevos significados y haciéndose cada vez más polisémicas, a la vez que significados viejos pueden debilitarse e incluso desaparecer. Finalmente, parte esencial de este resurgimiento lo constituyó sin duda la flexibilización del concepto de categoría. Las categorías de la lengua son en estos marcos funcionalistas espacios no discretos, sino inestables, flexibles, redefinibles y manipulables de manera creativa por los hablantes. Las categorías no tienen una conformación interna homogénea y, por lo tanto, no se puede establecer una misma caracterización, ni sintáctica ni semántica, para todos sus integrantes: las formas lingüísticas constituyen por lo regular un continuum categorial, tanto entre categorías como al interior de las mismas, con zonas focales, donde se sitúan las entradas léxicas que son mejores representantes de la categoría, y límites categoriales no nítidos ni bien establecidos, e incluso algunas entradas léxicas pueden estar situadas en zonas fronterizas y exhibir las propiedades de dos o más categorías. La asignación categorial viene dada no sólo por propiedades verificables de manera independiente, sino también por la función de las formas en contexto, de modo tal que la gramática se construye en buena medida en el uso (cf. varios de los trabajos reunidos en Haiman 1985 o en Bybee y Hopper 2000). Pues bien, este nuevo enfoque categorial ha mostrado ser de especial valía en disciplinas que parten y enfocan necesariamente el uso y descubren tanto la cristalización del uso en sistema cuanto las inestabilidades de este, como es el caso de la lingüística histórica, en donde conceptos tales como transposición categorial, recategorización o ambigüedad categorial fueron siempre parte esencial de la dinámica de cualquier cambio sintáctico. Este cambio de enfoque en el quehacer de la lingüística general conllevó un importante cambio de perspectiva en la consideración de lo que es un cambio lingüístico. De ser entendido en el estructuralismo como un desajuste, una descompostura del sistema, pasó a conceptualizarse como una innovación creativa del hablante que logra éxito comunicativo, eficiencia comunicativa y que garantiza que la lengua siga manteniendo su función básica, la comunicación entre seres humanos. Bajo este nuevo enfoque, hablante y oyente, en su relación dinámica, "negocian" y manipulan creativamente formas y significados. Ambos protagonistas tienen que realizar tareas complementarias, pero bastante diferentes, si se ha de dar con éxito la comunicación. El hablante tiene como tarea ser comprendido y lograr que lo comunicado sea eficiente y exitoso; por su parte, la tarea fundamental del oyente es inferir un mensaje coherente del paquete lingüístico que le presenta el hablante, ya que las formas no están dadas para el oyente, en el sentido de que el hablante nunca presenta un mensaje totalmente explícito, sino que comporta presuposiciones, usos metafóricos, vacíos informativos, etc., esto es, el mensaje del hablante tiene la característica de ser abierto (Bolinger y Sears 1968/1981). Quiebres en el proceso comunicativo entre hablante y oyente, reinterpretaciones por parte del oyente, o también manipulación discursiva pragmática por parte del hablante para lograr mayor eficiencia en su interlocución con el oyente, generan cambios. El libro Sintaxis histórica de la lengua española es en parte resultado de esta reivindicación de los estudios diacrónicos en el panorama lingüístico general, y responde desde luego al estado de madurez alcanzado por la lingüística histórica en el ámbito hispánico. 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