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Guevara Ruiseñor, Elsa S.
Doctora en Sociología, UNAM, Maestra y licenciada en Psicología Social por la UNAM y Diplomada en Investigación Interdisciplinaria en el CEIICH-UNAM. Profesora Titular “B” Tiempo Completo, en la Carrera de Psicología FES "Zaragoza".
    [toc] => Índice Introducción.- 13 La psicología como ciencia y los aportes críticos de las epistemologías feministas.- 25 El surgimiento de la psicología "científica". Conductismo, psicometría y sexismo.- 25 La neutralidad de los sujetos de conocimiento a debate.- 30 El debate desde la psicología crítica.- 32 Los aportes de las epistemologías feministas.- 37 Las críticas a la neutralidad de la ciencia desde una psicología feminista.- 46 La construcción de la diferencia. Las mujeres como objeto de estudio de neurólogos, sexólogos y demás "especialistas".- 48 Las pioneras: su lucha por constituirse en sujetos epistémicos.- 65 Los orígenes.- 65 Las psicólogas experimentales de la escuela de Chicago.- 66 Las científicas sociales.- 72 Las psicoanalistas.- 81 Las pioneras de la psciología en América Latina.- 88 Las pioneras en Chile.- 89 En Argentina.- 92 Las pioneras en Colombia.- 99 Las primeras psicólogas en Brasil.- 100 Las psicólogas pioneras en Cuba.- 102 Las pioneras de la psicología en México.- 105 La invisible presencia de las académicas de psicología en México.- 109 Ellas cambiaron conceptos, cambiaron teorías, cambiaron la psicología.- 113 Los antecedentes.- 113 Su primera tarea: desmontar los sesgos sexistas de la psicología.- 115 Reinventaron el psicoanálisis.- 121 Reformularon las teorías sobre el juicio moral.- 130 Transformaron las concepciones y explicaciones sobre la salud mental.- 135 Enriquecieron la teoría de las representaciones sociales.- 143 Ampliaron los horizontes de la psicología política latinoamericana.- 149 Su aporte más importante: teorizar sobre el género en psicología.- 154 Las académicas feministas en México y sus luchas de resistencia.- 161 Las maestras normalistas.- 161 Las mujeres en la planta docente de las universidades.- 164 Las académicas de psicología.- 168 Las feministas de la Facultad de Psicología de la UNAM.- 172 Las académicas de psicología de la FES-Iztacala.- 178 Las profesoras de psicología de la FES-Zaragoza.- 181 Los sistemas de evaluación y los retos para las psicólogas feministas que trabajan desde el género y la interdisciplina.- 192 Las académicas de psicología y su impulso a la investigación. La visión de sus estudiantes.- 199 El papel de las académicas para impulsar la investigación.- 199 Apuntes metodológicos.- 201 ¿De qué estudiantes hablamos? Características del estudiantado que participó en el estudio.- 203 Las pioneras de la psicología en la memoria del estudiantado de la UNAM.- 207 Profesoras e investigadoras que impulsan la carrera científica.- 212 ¿Es la investigación un proyecto de futuro para el estudiantado?.- 223 Más allá de las académicas. Los espacios institucionales de producción de la ciencia.- 226 A manera de cierre. Las asignaturas pendientes.- 237 Referencias.- 245
    [free_reading] => Incorporar la perspectiva de género en el análisis de cualquier ciencia, la psicología incluida, requiere de un enfoque interdisciplinario en distintas dimensiones: histórica, sociológica, epistemológica, desde las cuales cada campo de conocimiento configura las prácticas y estructuras que dan cuenta de las desigualdades sociales entre varones y mujeres. Sólo desde esta mirada diversa es posible comprender la situación de las mujeres en cada ciencia, visibilizar sus aportes y analizar sus teorías y métodos desde una perspectiva crítica con énfasis en las asimetrías de poder que se tejen en torno a la diferencia sexual. Se trata, como dice Bonilla (2010), de identificar cuáles son las reglas, presupuestos e hipótesis que legitiman esas asimetrías desde un determinado campo de estudio; qué intereses reflejan, qué consecuencias pueden tener para las mujeres o los varones y a quién perjudica o favorece cierto desarrollo científico o tecnológico. Se trata, a su vez, de pensar en la innovación no sólo como herramientas tecnológicas, sino también desde las innovaciones sociales que permiten promover el cambio social hacia una sociedad más justa y con mayor equidad.
Por tanto, incorporar la perspectiva de género en el análisis de cualquier ciencia, tanto en su estructura y contenido como en sus mecanismos de transmisión, supone preguntar ¿qué "herramientas" se requieren para la construcción de una sociedad más justa donde la diferencia sexual sea un valor, un bien, una riqueza, y no la coartada para un trato desigual? ¿Cómo puede la ciencia contribuir a ello? ¿Cómo puede el reconocimiento de la diversidad contribuir a mejorar la ciencia misma y, con ella, las prácticas que se materializan dentro y fuera de su ámbito científico, es decir, ¿cómo articular esa relación ciencia-sociedad en una interlocución fluida y no constrictiva o excluyente? El análisis feminista en el seno de cualquier disciplina científica obliga a multiplicar las perspectivas bajo las que se contemplan los fenómenos objeto de estudio y hacer uso de diversas herramientas conceptuales, teóricas y epistemológicas que muestren la complejidad que representa la ciencia desde una mirada crítica y políticamente comprometida.
En el caso específico de la psicología, este abordaje interdisciplinario es aún más obligado, en virtud de que sus temas y objetos de estudio lo han sido también de otras disciplinas como la medicina, la antropología, la lingüística, la sociología, la historia, la filosofía, la ciencia política, la psiquiatría o las ciencias de la comunicación, además de que la teoría feminista les ha permitido a todas estas disciplinas compartir conceptos como identidad, subjetividad, discurso, conflictividad social o relaciones de poder, que han funcionado como ejes articuladores entre unas y otras. Por ello, temas como el de la salud mental, uno de los objetos de estudio más emblemáticos de la psicología, ha sido estudiada también desde la psiquiatría, la historia, la antropología, la medicina o la sociología. Las actitudes, los grupos, el conflicto, la comunicación o las representaciones sociales, han sido objeto de estudio de la sociología, antes que de la psicología, pero también lo son de la antropología, la ciencia política o las ciencias de la comunicación. Las teorías y conceptos clave de la psicología también los ha compartido con diversas disciplinas que los han asumido como propios; el caso más ilustrativo es el del psicoanálisis, que si bien tuvo su origen en la medicina y la psiquiatría; su legado teórico llegó a ser patrimonio conceptual de la psicología, de la antropología y la lingüística. Lo mismo ocurre con la Teoría de las Representaciones Sociales que es hoy patrimonio tanto de la psicología como de la sociología.
Acercarse, pues, a la psicología desde una perspectiva de género permite disponer un eje articulador desde diferentes dimensiones disciplinarias - la histórica, sociológica, epistemológica -, que permita entender, como dijera García Dauder (2010), cómo la psicología ha construido a la mujer y lo femenino, al tiempo que las mujeres, equipadas con el andamiaje teórico del feminismo, han reconstruido a la psicología; la historia de las mujeres en esta disciplina, su papel en la producción y transmisión del saber psicológico, sus aportaciones y la manera en que su condición de género ha determinado su posición como sujeto de conocimiento. También se ha encargado de reflexionar sobre cómo afecta el orden de género los dilemas que rodean la delimitación del saber científico y en qué medida la presencia de las mujeres en la psicología ha puesto en jaque los dualismos (objetivo/ subjetivo, particular/universal, razón/ emoción) que han sido utilizados por las corrientes dominantes para legitimar la diferencia. Ese cambio de perspectiva ha llevado a las psicólogas feministas a revisar las implicaciones sociopolíticas de la investigación psicológica y colocar en la mesa de discusión ciertos temas que atraviesan la construcción de conocimiento y que suelen pasar inadvertidos por las comunidades científicas, corno los mecanismos psicosociales de discriminación hacia las mujeres, el impacto del contexto social en su participación en la ciencia, las asimetrías de poder en el acceso al conocimiento y la construcción cultural de las jerarquías en los terrenos de la educación y la ciencia.
Como ha señalado García Dauder (2010), cuando se discute el papel de las mujeres en la ciencia, su tardío ingreso a los lugares de producción del saber, su todavía escasa representatividad, su ausencia de los lugares de decisión, muchas veces se dejan fuera de la discusión aquellos dispositivos epistemológicos con los que se justifica tales exclusiones, y que tiene su origen en consideraciones filosóficas sobre el conocimiento y la producción de verdad. La psicología no ha estado exenta de estos debates, pues desde que se constituyó como ciencia objetiva, racional e impersonal, asentada sobre los principios de control y dominio, se configuró como un campo androcéntrico que excluyó cualquier atisbo femenino en su definición; incluso otros enfoques teóricos alejados del modelo positivista elaboraron sus fundamentos desde una óptica donde el varón se constituyó en la norma y la mujeres o lo femenino en su desviación.
Desde entonces, la mirada masculina ha dictado las metodologías y formas de conocimiento de esta disciplina y marcado las directrices que rigen sus principales corrientes. Ya fuera desde la teoría conductista, considerada una rama experimental puramente objetiva de la ciencia natural orientada a la predicción y el control de la conducta que pregonaba como atributos indispensables el distanciamiento emocional, la impersonalidad y neutralidad, hasta las teorías psicoanalíticas clásicas con sus innumerables sesgos de género, todas las corrientes dominantes han colocado la dimensión psicológica de lo femenino en una posición de inferioridad o desviación de lo masculino. Sin embargo, no sólo las dimensiones femeninas de los seres humanos han sido menospreciadas en las teorías psicológicas dominantes, sino que las mujeres mismas, cuyos aportes contribuyeron a consolidar esta disciplina, han sido omitidas de su historia, y no se incluyen en los contenidos curriculares con que se prepara profesionalmente al estudiantado de esta disciplina.
Además, la psicología ha contribuido a la exclusión de las mujeres de la carrera científica de diversas áreas del conocimiento al reafirmar sus tesis sobre las diferencias sexuales en habilidades cognitivas. Es decir, los estudios psicológicos en los cuales se afirma que los varones poseen una mayor habilidad matemática y espacial, mientras las mujeres destacan en habilidades verbales, se utiliza como argumento para explicar el escaso número de mujeres en física, ingeniería o matemáticas, mientras se justifica su elevada presencia en el magisterio, la enfermería o la psicología. Se trata de una segregación horizontal legitimada por tesis que no tienen fundamento sólido y que desestiman cómo las instituciones educativas contribuyen a inhibir la incursión de las mujeres en estos campos y limitan su presencia entre las comunidades científicas mediante sus estrategias de enseñanza de la ciencia, el clima en el aula y los regímenes de género presentes en las universidades. Bajo la premisa de neutralidad del sujeto cognoscente, la psicología también ha privilegiado la idea de que no importa quién sea el sujeto de conocimiento mientras se siga la ruta que marca el "método científico", lo que va en detrimento de la reflexión sobre las disparidades de género que pueden estar presentes en la transmisión, producción y difusión del conocimiento psicológico.
Siguiendo a García Dauder (2010) y Bonilla (2010) nos preguntamos: ¿Qué podemos aprender de esta historia? ¿Qué sesgos podemos identificar de una psicología construida al margen de las mujeres y a menudo en contra de ellas? ¿Qué implicaciones ha tenido en la producción y transmisión del saber psicológico? El presente texto pretende precisamente contribuir a una reflexión sobre estas interrogantes, considerando los diferentes contextos sociales e históricos en que se ha desarrollado esta disciplina. Si bien el eje de análisis está tejido en torno a las mujeres, lo que interesa es identificar la trama de relaciones que las coloca en una posición social determinada, así como el impacto que ha tenido en la psicología sus posibilidades de acción y decisión en la construcción del conocimiento. Como afirma Unger (1997), más que el sexo de las personas, lo que interesa es la posición epistemológica condicionada por el compromiso social, los valores sociopolíticos y los marcos teóricos que han utilizado los sujetos de conocimiento para definir el tipo de preguntas que se han hecho y las diferentes formas en que han intentado buscar respuestas.
Uno de los aportes fundamentales de las feministas a la ciencia ha sido su contribución al debate sobre la forma de entender y formular el problema de la igualdad, especialmente porque en el terreno de la educación la igualdad formal se ha convertido en un mecanismo de reproducción de la desigualdad. Por una parte, ellas han cuestionado la tesis de la diferencia sexual como recurso para "explicar" asimetrías de poder que tienen su origen en las condiciones sociales, pues como menciona Tavris (1993), se ha llegado a confundir las diferencias de estatus con diferencias de sexo, de manera que rasgos considerados típicamente femeninos, como la "intuición" o "expresividad emocional" se hacen más acentuados en personas que carecen de poder. Pero al mismo tiempo, el feminismo se ha dedicado a reivindicar la diferencia como una herramienta ética y política que permite identificar los diferentes ejes de desigualdad (de clase, de raza, de edad) que se articulan con la condición de género y que se expresan de diferentes maneras en cada grupo social y momento histórico, pero sin perder de vista que las mujeres comparten una posición subalterna por su condición de género.
En palabras de Gloria Bonder (2010): los estudios de género han construido un capital riquísimo de conocimientos sobre la forma en que las mujeres, en cuanto colectivo social, fueron construidas por el orden patriarcal como un Otro extrañado de su propia voz e historia, marginalizado, deficitario o capturado en un orden simbólico dominante [...] que se expresa, se crea y reproduce en los ámbitos educativos.
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